Casi
todos los comandantes pierden el combate antes de salir al campo a librarlo .¿Y
de qué manera?. Pues principalmente, de dos. Los hay que saben tan poco del
arte del mando que en realidad creen que lo único que tienen que hacer es
señalar el enemigo a las legiones y quedarse atrás viendo cómo actúan.
Y hay otros que tienen la cabeza tan
atiborrada de manuales y hazañas de generales de su juventud, que siguen los
textos, y eso es buscarse la derrota. ¡Porque cada enemigo, cada batalla,... es
distinta! .
Hay
que enfocarla con el respeto propio de una situación irrepetible. Ante todo la
noche anterior hay que planificar lo que se va a hacer sobre un pergamino en la
tienda de mando, aunque no considerándolo definitivo. Se espera a trazar el
plan definitivo una vez avistado el enemigo y el terreno en la mañana del
combate; cómo está dispuesto y cuáles son sus puntos débiles. ¡Y entonces se
decide!
Las ideas preconcebidas suelen ser fatales, y
la situación puede cambiar conforme evoluciona el combate, porque todas las
etapas son únicas. Puede cambiar el ánimo de las tropas, o el terreno
enfangarse antes de lo previsto, o levantarse una polvareda que no te deja ver
los sectores, o el general enemigo lanzar un ataque sorpresa, o surgir fallos o
errores en tu propio plan o en el plan del enemigo, y todos esos son detalles
que hay que tener muy en cuenta.
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