Los
previstos disturbios por la carestía no se han producido, gracias a que Roma ha
sido afortunada con sus cónsules. Hablé con Marco, el hermano de Cayo Cotta,
que es cónsul electo para el próximo año. Le pregunté por qué en esta nación de
hombres inteligentes la gente sigue viéndose obligada de vez en cuando a
subsistir a base de mijo y nabos. Ya va siendo hora, dije, de que Roma imponga
tasas a los productores de Sicilia y de otras provincias y les obligue a vender
al Estado en vez de ajustarse a los precios
más altos que imponen los comerciantes, pues eso casi siempre significa que el
trigo sigue en silos en Sicilia, cuando debería estarse repartiendo entre la
gente humilde. Yo desapruebo ese almacenamiento con ánimo de lucro cuando
afecta al bienestar de una nación llena de hombres inteligentes. Marco Cotta me
escuchó con suma atención y me prometió hacer algo al año siguiente. Como yo no
poseo acciones del mercado triguero, puedo permitirme ser patriota y altruista.
Y no te rías más, Marco Tulio.
Quinto
Hortensio, nuestro más engreído edil plebeyo de la última generación, ha organizado excelentes juegos. Además de una distribución gratuita de trigo al populacho.
¡Se propone ser cónsul este año! Naturalmente, tu ausencia le ha servido para
destacar en los tribunales, pero el joven César siempre le anda a la zaga y
muchas veces le arrebata los laureles. A él le sienta muy mal, y el otro día se
le oyó decir que ojalá también César se fuera de Roma. Pero estas tonterías de
Hortensio no son nada comparadas con el festín que dio con ocasión de su
nombramiento como augur (¡sí, por fin lo ha conseguido!). Dio pavo asado. Has
leído bien: pavo asado. Las aves (seis en total) habían sido asadas y
trinchadas bajo la nariz del eunuco y los cocineros habían colocado las plumas
encima y lo sirvieron en fuentes de oro con todo lujo de plumaje, con las colas
abiertas y las crestas erguidas. Causó sensación, y otros gastrónomos como Cetego,
Filipo y Lúculo, el primer cónsul electo, estaban apabullados. Sin embargo, querido
Marco, la degustación de las aves fue decepcionante. Una bota vieja del
ejército habría sido más sabrosa ¡y más blanda!
La
muerte de Apio Claudio Pulcro en Macedonia el año pasado ha creado una cómica situación.
Esa familia nunca tiene suerte, ¿no es cierto? Primero, el sobrino Filipo, siendo
censor, arrebata a Apio Claudio todo cuanto tiene; luego, Apio Claudio no supo
comprar a más y mejor durante las proscripciones; después, se pone enfermo y no
puede asumir su cargo de gobernador; más tarde, hace de tripas corazón y marcha
a la provincia y le va muy bien en el aspecto militar y, finalmente, expira sin
haber podido rehacer su fortuna.
De
los seis hijos que ha dejado no hace falta que hablemos. ¡Horroroso! Sobre todo
los más pequeños. Pero el mayor, Apio Claudio, ha resultado muy listo y
emprendedor. En cuanto el padre se descuidó dio la hermana mayor, Claudia, a
Quinto Marcio Rex, a pesar de que no tenía dote. Yo creo que Rex pagó una
barbaridad por ella. Como todos los Claudios Pulcros la muchacha es preciosa y
eso contribuyó enormemente. Es de esperar que Rex lo pase bien como marido,
pues ella es la única bien predispuesta sensualmente de las tres hermanas.
Los
tres chicos son un problema, no es ningún secreto; y la adopción queda
descartada. El más pequeño (que dice llamarse Publio Clodio) es tan repugnante
y violento que nadie querría adoptarle. Cayo Claudio, el mediano, es un
zoquete. Tampoco le adoptará nadie. Y ahí está el joven Apio Claudio, de veinte
años, obligado a buscarse su propia carrera para el Senado y la carrera de sus
dos hermanos. La cantidad con que haya contribuido Quinto Marcio Rex no será
más que una gota de agua en el balde vacío de Claudio Pulcro.
De
todos modos, le ha ido extraordinariamente bien, querido Marco Tulio. Sabiendo que
ningún tata con un poco de sentido común le adoptaría, se buscó una novia rica
y cortejó -¿imaginas a quién?- nada menos que a esa solterona tan horrenda,
¡Servilia Cnea! Ya sabes a quién me refiero: la que fue alquilada, podría
decirse, por Escauro y Mamerco para que viviera con los seis huérfanos de
Druso. Una mujer que no tenía dote, y con la madre más temible de Roma. Porcia
Liciniana. Pero parece que Escauro y Mamerco dotaron a Cnea con doscientos
talentos a pagar cuando los huérfanos de Druso fuesen mayores. ¡Vaya si son
mayores! Marco Porcio Catón, el más pequeño, tiene ya dieciocho y vive en la
casa de su padre y se ha declarado independiente.
Pero
eso no es todo, Marco. Lo mejor es que Apio Claudio ha casado a la hermana más pequeña,
Clodilla, nada menos que con ¡Lúculo! De quince años escasos, dice él, también
Lúculo. Yo le echaba catorce, pero quizá me equivoque. ¡Vaya partido! Gracias a
Sila, Lúculo es inmensamente rico y, además, es gestor de la fortuna de los
mellizos Celestes. No, no es que insinúe que nuestro recto y franco Lúculo estafe
a Fausto y Fausta, pero ¿quién le impide que se embolse los intereses?
Así,
gracias a la asombrosa energía y maestría de este joven de veinte años, la
fortuna de la familia Apio Claudio Pulcro ha mejorado a ojos vistas. Toda Roma
ríe, pero de sincera admiración. ¡No hay que perder de vista a este Apio
Claudio! Publio Clodio de catorce -luego Clodilla tiene quince- es ya una amenaza
y su hermano mayor no hará nada por meterle en vereda. Es muy bien parecido y
precoz, tremendo con las chicas y capaz de cualquier barbaridad. No obstante,
creo que está muy bien dotado intelectualmente, así que tal vez siente la
cabeza con el tiempo y se convierta en un modélico patricio romano.
¿Y
qué más tengo que contarte? Ah, sí. El famoso juego de palabras de Cneo Sicinio
sobre Marco Craso -no habrás olvidado lo del heno en los dos cuernos de Craso-
es aún más ingenioso de lo que pensábamos. Se ha sabido que Sicinio está muy
endeudado desde hace años con Craso, por lo que existe aún otro matiz. Faenum
es «heno» y faenerator «prestamista». ¡El heno que lleva Craso en los cuernos
es dinero! Se ha sabido ese matiz porque Sicinio está arruinado y no puede
pagar a Craso. No sabía yo que Craso prestaba dinero, pero tiene las manos
limpias, lamentablemente. Sólo presta a senadores y sin intereses. Es el modo
de hacerse con una clientela senatorial. Yo creo que habrá que estar atentos
con el amigo Craso. ¡No le pidas dinero prestado, Marco! Es una gran tentación
que lo preste sin intereses, pero puede reclamártelo cuando le parezca y para
que se lo devuelvas en seguida. Y si no le pagas estás arruinado. Y los
censores (si los tuviéramos) nada pueden hacer porque no cobra intereses. Quod
erat demonstrandum:
no se le puede llamar usurero. Simplemente es un buen chico que se desvive por
ayudar a sus amigos senadores.
Y
creo que eso es todo. Terencia está bien, igual que la pequeña Tulia. ¡Qué niña
más preciosa es tu hija! Tu hermano sigue como siempre. ¡Cómo me gustaría que
supiese llevarse mejor con mi hermana! Aunque creo que tú y yo ya lo hemos dado
por perdido. Pomponia es una arpía y Quinto es un auténtico caballero rural.
Quiero decir que es terco, frugal y orgulloso, y quiere ser quien manda en
casa.
Cuídate.
Volveré a escribirte antes de marcharme de Roma de vuelta a Epiro para ver mi
próspera granja de ganado vacuno. Es demasiado húmedo para ovejas, desde luego;
se les pudren las patas. Pero todo el mundo se dedica a producir lana, como si
en el mundo no se gastara piel de ternera. La inversión de ganado vacuno se
aprecia poco.
( C. McC. )
No hay comentarios:
Publicar un comentario