(...) Y, para que no quedara por probar ningún vicio,
preparó en su palacio una serie de pequeñas habitaciones exactamente igual que
si se tratara de un burdel y las decoró suntuosamente. Tenía en las celdas a
mujeres, casadas y libres, de nuevo igual que si de un burdel se tratara.
Entonces enviaba a heraldos a los mercados y lugares públicos e invitaba a
jóvenes y viejos a que dieran rienda suelta de su lujuria. Disponía de dinero
para prestar con intereses a aquellos que allí acudían, y los hombres escribían
sus nombres encantados por contribuir a los ingresos del César.
(...) de lo recaudado por las prostitutas a razón del
equivalente a un encuentro; y se añadió a este artículo de la ley que aquellos
que hubieran ejercido la prostitución o el proxenetismo en el pasado debían
pagar el impuesto a Hacienda, y ni siquiera las personas casadas estaban
exentas.
( Seutonio )
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