Me has escuchado, Cleopatra, te quiero hasta la locura,
pero ¿de verdad has creído que no me daría cuenta de tu plan para mantenerme
borracho?. Aunque crees saber lo que pasó mi ejército en Media, lo cierto es
que no lo sabes. Tampoco sabes lo que yo pasé. Para saberlo, tendrías que haber
estado allí, y no estabas. Yo, el comandante de mi ejército, no mantuve a mis
hombres fuera de peligro porque me lancé a las tierras del enemigo como un
jabalí furioso. Creí en los susurros de un agente parto y, sin embargo, no creí
en las advertencias de mis legados. Julio César siempre me reprochó mi impetuosidad,
y tenía razón. El fracaso de mi campaña media no puede ser atribuido a nadie más
que a mí, y lo sé. No soy un palurdo o un borracho perdido. ¡Sólo tú crees que
lo soy! Era necesario para mí borrar mi mala conciencia de Media bebiendo hasta
el olvido. ¡Estoy hecho de esa manera! Y ahora, bueno, ha pasado. Te lo diré de
nuevo, te quiero más que a mi vida; nunca dejaré de amarte. Pero tú no estás
enamorada de mí, pese a todas tus protestas, y tu cabeza está llena de planes y
maquinaciones destinados a asegurar que los dioses sepan que es por Cesarión. ¿Todo
Oriente? ¿El Occidente también? ¿Está destinado a ser rey de Roma? Sueñas con
eso perpetuamente, ¿verdad? Descargas tus propias ambiciones en los hombros de
ese pobre chico…
( C. McC. )
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