Además era capaz, como cualquier otro,
de preocuparse de que su ejército tuviera víveres y proporcionárselos, y
conseguía infundir en los presentes la idea de que había que obedecer a
Clearco. Y lo lograba por la firmeza de su carácter. Tenía un aspecto que
infundía temor y la voz áspera; castigaba siempre con rigor y era a veces
colérico, hasta el punto de que en ocasiones se arrepentía. Castigaba por
convicción, pues consideraba que ningún provecho se obtenía de un ejército
indisciplinado....Así pues, en los momentos difíciles los soldados preferían
obedecerlo precisamente a él y no elegían otro jefe. Decían que su aspecto
temible aparecía entonces sereno entre los demás rostros, y su severidad era
firmeza contra los enemigos, de manera que le veían como la salvación y no ya
como objeto de temor. Pero cuando salían del peligro y podían pasar a las
órdenes de otro, muchos lo abandonaban, pues no tenía atractivo y siempre era
duro y cruel, de modo que los soldados se comportaban con él como niños con el
maestro.
( Jenofonte, en Anábasis ).
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