Construí
la Curia y su vestíbulo anejo, el templo de Apolo en el Palatino y sus
pórticos, el templo del Divino Julio, el Lupercal, el Pórtico junto al Circo Flaminio
‐al que dí el nombre
de Octavia, quien había construido anteriormente otro en el mismo lugar‐, el palco imperial del
Circo Máximo; los templos de Júpiter Feretrio y de Júpiter Tonante, en el
Capitolio; el de Quirino, los de Minerva, Juno Reina y Júpiter Libertador, en
el Aventino; el templo a los Lares en la cima de la Vía Sagrada, el de los
Dioses Penates en la Velia y los de la Juventud y la Gran Madre, en el
Palatino.
Restauré,
con extraordinario gasto, el Capitolio y el Teatro de Pompeyo, sin añadir
ninguna inscripción que llevase mi nombre. Reparé los acueductos que, por su
vejez, se encontraban arruinados en muchos sitios.
Dupliqué la capacidad del
acueducto Marcio, aduciéndole una nueva fuente. Concluí el Foro Julio y la
Basílica situada entre los templos de Cástor y de Saturno, obras ambas
iniciadas y llevadas casi a término por mi Padre.
Destruida la Basílica por un
incendio, acrecí su solar e hice que se emprendiese su reconstrucción en nombre
de mis hijos [adoptivos], prescribiendo a mis herederos que la concluyesen en
caso de no poder hacerlo yo mismo [14 a.C.].
En mi quinto consulado [29 a.C.],
bajo la autoridad del Senado, reparé en Roma ochenta y dos templos, sin dejar
en el descuido a ninguno que por entonces lo necesitara. Durante el séptimo [27
a.C.], rehice la Vía Flaminia, entre Roma y Ariminio, y todos los puentes,
salvo el Milvio y el Minucio.
( Octavio Augusto )
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