Daba gusto golpear contra el suelo aquellas caras tan
soberbias, arremeter contra ellas con el hierro, golpearlas encarnizadamente
con el hacha, como si cada golpe hubiera de producir sangre y un gran dolor.
Nadie era tan comedido en su gozo y en su tardía alegría como para que no le
pareciera una especie de venganza contemplar aquellos cuerpos destrozados,
aquellos miembros mutilados, finalmente aquellas crueles y horribles imágenes
arrojadas al fuego para que las llamas las fundieran, pues al ser motivo de
terror y de inquietud, debían quedar transformadas en objetos de utilidad y de
placer para el hombre .
( Plinio El Joven, en Panegírico )
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