Finalmente, él reservó una habitación en
el palacio y allí cometía sus indecencias, permaneciendo siempre desnudo en el
umbral, como hacen las prostitutas, y moviendo la cortina que colgaba de
anillos dorados, mientras que en una voz suave y conmovedora se ofrecía a los
que pasaban por el corredor.
( Dión Casio )
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