Osiris
gobernaba sobre Egipto como un rey beneficioso que trajo a su pueblo la
civilización, pues le enseñó el cultivo de cereales y estableció las leyes y el
culto a los dioses, mientras su esposa Isis les enseñaba la música. Pero esta
situación idílica provocó la envidia de su hermano Tifón (Seth), que reinaba
sobre el desierto, quien comenzó a conspirar contra él con un grupo de sus
adictos.
Al regreso de un viaje civilizador fuera de su país, en el curso de
una cena de bienvenida, Osiris fue invitado a introducirse en un cofre de
madera de cedro que su hermano había traído a la sala, tras haber prometido que
lo regalaría a quien mejor le encajase. Naturalmente, había sido realizado para
que sus medidas coincidieran con las del monarca. Cerrada la tapa, el ataúd fue
tirado al Nilo, donde el rey muere ahogado, y es arrastrado hasta el mar.
De
nuevo, la esposa fiel salió en búsqueda de su marido por segunda vez. En cada
lugar donde localizaba un fragmento, fabricaba una imagen que enterraba, lo que
explica el gran número de ciudades que cobijaba una de estas reliquias en su
santuario.
La única parte que no consiguió encontrar fue el pene, pues Seth lo
había tirado al río y se lo habían comido unos peces. Isis lo solucionó con sus
habilidades mágicas y creó uno artificial. Éste permitió que llegaran a tener
relaciones sexuales y que engendraran un hijo, en el que se transmitiera el
principio vital paterno.
Tras la concepción, Osiris pasó a gobernar el
mundo inferior, donde se encuentran las semillas de la vida, mientras Isis, por
consejo de Thot, se escondía en Jemis, una isla pantanosa del Delta. En ella,
Horus se mantuvo oculto hasta que creció y pudo combatir contra su tío Seth
para recuperar la herencia de su padre, el trono de Egipto.
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