Los romanos, como era su costumbre, enviaron a diez senadores a
las zonas de Iberia recién adquiridas, que Escipión o Bruto antes que él
habían recibido bajo rendición o habían tomado por la fuerza, a fin de
organizarlas sobre una base de paz. Posteriormente, al haberse producido otras
revueltas en Iberia, fue elegido como general Calpurnio Pisón. A él le
sucedió en el mando Servio Galba. Sin embargo, cuando los cimbrios
invadieron Italia, y Sicilia se debatía en la segunda guerra de los esclavos,
no enviaron ningún ejército a Iberia a causa de sus múltiples preocupaciones,
pero enviaron legados para que llevaran la guerra del modo que les fuera
posible. Después de la expulsión de los cimbrios, llegó Tito Didio y dio
muerte hasta veinte mil arevacos. A Termeso, una ciudad grande y siempre
insubordinada contra los romanos, la trasladó desde la posición sólida que
ocupaba a la llanura y ordenó que sus habitantes vivieran sin murallas. Después
de poner sitio a Colenda, la tomó a los ocho meses de asedio por rendición
voluntaria y vendió a todos sus habitantes con los niños y las mujeres.
Existía otra ciudad próxima a Colenda, habitada por tribus
mezcladas de los celtíberos , a quienes Marco Mario había a sentado allí
hacía cinco años con la aprobación del senado, por haber combatido como aliados
suyos contra los lusitanos. Pero éstos a causa de su pobreza se dedicaron al
bandidaje. Didio, tras tomar la decisión de destruirlos, con el beneplácito de
los diez legados todavía presentes, comunicó a los notables que quería
repartirles el territorio de Colenda en razón de su pobreza. Cuando los vio
alegres, les ordenó que comunicaran al pueblo esta decisión y acudieran con sus
mujeres e hijos a la repartición del terreno. Después que llegaron, ordenó a sus
soldados que evacuaran el campamento y, a los que iban a recibir el nuevo
asentamiento, que penetraran en su interior so pretexto de inscribir en un
registro a la totalidad de ellos, en una lista los hombres y en otra las
mujeres y los niños para conocer qué cantidad de tierra era necesario
repartirles. Cuando hubieron penetrado en el interior de la zanja y empalizada,
Didio, rodeándoles con el ejército, les dio muerte a todos. Y por estos hechos
también celebró su triunfo Didio. De nuevo se sublevaron los celtíberos y,
enviado Flaco contra ellos, mató a veinte mil. En la ciudad de Belgeda, el
pueblo, presto a la revuelta, prendió fuego al consejo, que se hallaba
indeciso, en el mismo lugar de su reunión. Flaco marchó contra ellos y dio
muerte a los culpables.
Éstos son los hechos que encontré dignos de mención en las
relaciones de los romanos con los iberos , como pueblo, hasta este momento. En
un período posterior, cuando surgieron en Roma las disensiones entre Sila y
Cinna, y el suelo patrio se vio dividido por guerras civiles y campamentos,
Quinto Sertorio, del partido de Cinna, elegido para mandar en Iberia,
sublevó a esta última contra los romanos. Después de reunir un gran ejército y
crear un senado de sus propios amigos a imitación del senado romano, marchó
contra Roma con atrevimiento y una moral elevada.
También en lo demás era renombrado por su celo extremado, hasta
tal punto que el senado, lleno de temor, eligió contra él a aquellos de sus
generales que gozaban de la máxima fama entonces: Cecilio Metelo con un
gran ejército y Cneo Pompeyo con otro ejército, para que repelieran de
cualquier manera posible esta guerra fuera de Italia, gravemente aquejada por
la guerra civil. Pero a Sertorio lo mató Perpenna, uno de sus
partidarios, que se proclamó a sí mismo general de la facción en su lugar, y
Pompeyo dio muerte en el combate a Perpenna, de modo que esta guerra que había
causado gran alarma a los romanos por el miedo llegó a su fin. Los pormenores
de la misma los mostrará el libro de la guerra civil concerniente a Sila.
Después de la muerte de Sila, fue elegido como pretor para Iberia,
Cayo César, con poder incluso para hacer la guerra a quienes fuera
necesario. Sometió por la fuerza de las armas a todos aquellos pueblos iberos
que estaban agitados o faltaban por someter a los romanos. A algunos que se
sublevaron los sometió Octavio César, el hijo de Cayo, llamado Augusto.
Y me parece a mí que desde aquel tiempo los romanos dividieron Iberia a la que
precisamente ahora llaman Hispania en tres partes y comenzaron a enviar, cada
año, gobernadores a cada una de ellas, dos elegidos por el senado y el tercero
por el emperador por el tiempo que estimase oportuno.
( Apiano en "Iberia" )
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