De los judíos cayeron
doce mil, pero de los romanos muy pocos... y no se cometieron daños
insignificantes en el templo en sí, que, en épocas anteriores, habían sido
inaccesible, y visto por nadie; pues Pompeyo entró, y no pocos de aquellos que
estaban con él fueron también, y vieron lo que era ilícito que viera cualquier
otro hombre distinto a los sumos sacerdotes. En aquel templo estaban la mesa
dorada, el sagrado candelabro, y los recipientes para libaciones, y una gran
cantidad de especias; y además de estos había tesoros, dos mil talentos de
dinero sagrado: pero Pompeyo no tocó nada de todo esto, debido a su
consideración hacia la religión; y en este punto también actuó de una manera
que era merecedora de su virtud. Al día siguiente dio la orden a aquellos que
estaban a cargo del templo que lo limpiaran y que llevasen las ofrendas que la
ley exigía a Dios; y restauró el sumo sacerdocio de Hircano, tanto porque le
había resultado útil en otros aspectos, y porque dificultó que los judíos del
país dieran ayuda a Aristóbulo en su guerra contra él.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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