lunes, 13 de abril de 2020

NERÓN RECONSTRUYE ROMA



Nerón se valió de las ruinas de la patria para construirse un palacio en el cual no solamente se ofrecían, a la maravilla de todos, oro y piedras preciosas, que entonces constituían un desahogo común, sino campos y lagos y, por una parte, enormes extensiones de bosques solitarios y, por otra, espacios abiertos y panoramas.

 

Lo que quedaba de la ciudad, fuera del palacio, fue reedificado no como sucedió después del incendio de los galos, sin un plano regulador, con las casas dispuestas aquí y allá sin orden ni concierto, sino que se midió perfectamente el trazado de los barrios, donde se hicieron calles anchas, se limitó la altura de los edificios, se abrieron patios y parques, a los que se añadieron pórticos para proteger la parte anterior de las manzanas de casas. Nerón prometió consignar a sus legítimos propietarios aquellos pórticos, tras haberlos hecho construir a sus expensas y haber hecho desescombrar los patios. Asignó premios según la clase social y los bienes de cada uno, y fijó el plazo dentro del cual tenían que estar terminados, para poder optar a los premios. Ordenó que se vertiesen en las marismas de Ostia los materiales de desecho y ordenó que las naves cargadas de trigo, que remontaban el Tíber, regresaran cargadas de escombros; quiso también que los edificios en algunas de sus partes no estuvieran consolidados con vigas, sino con piedra de Gabies o de Albano, porque ésta es refractaria al fuego.

 

Puso guardias para vigilar que el agua, desviada por abuso de los particulares, corriera más abundante y en más lugares en beneficio de todos e hizo que cada cual tuviese en lugares públicos medio para extinguir los incendios, disponiendo también que no hubiese paredes en común, sino que cada edificio estuviera rodeado de sus propios muros. Todas estas providencias, bien recibidas por su utilidad, trajeron además ornamento y decoro a la nueva ciudad. No obstante, había quien opinaba que la antigua disposición de las calles y de las casas de Roma se compaginaba mejor con la salubridad, porque la estrechez de las calles y la altura de los edificios no dejaban penetrar el calor del sol; mientras , que ahora los anchos espacios libres estaban expuestos a mayor calor, sin ninguna sombra que los protegiese.

( Cornelio Tácito )


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