Durante la
persecución de Viriato, Serviliano empezó a rodear con un foso a Erisana, una
de sus ciudades, pero Viriato entró en ella durante la noche y, la rayar el
alba, atacó a los que estaban trabajando en la construcción de trincheras y les
obligó a que arrojaran las palas y emprendieran la huida. Después derrotó de
igual manera y persiguió al resto del ejército, desplegado en orden de batalla
por Serviliano. Lo acorraló en un precipicio, de donde no había escape posible
para los romanos, pero Viriato no se mostró altanero en este momento de buena
fortuna sino que, por el contrario, considerando que era una buena ocasión de
poner fin a la guerra mediante un acto de generosidad notable, hizo un pacto
con ellos y el pueblo romano lo ratificó: que Viriato era amigo del pueblo
romano y que todos los que estaban bajo su mandato eran dueños de la tierra que
ocupaban. De este modo parecía que había terminado la guerra de Viriato, que
resultó la más difícil para los romanos, gracias a un acto de generosidad.
( Apiano )
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