Nada
contribuye tanto a fomentar la grandeza de ánimo como examinar con método y
honradez todas las cosas que acontecen en la vida y examinarlas a medida que
ocurren, de tal manera que se forme una apreciación de la clase de universo a
que pertenecen, del fin que en éste cumplen, de su valor en relación con el
todo y en relación con el hombre, que es ciudadano de la más alta república,
del cual todas las otras repúblicas, por decirlo así, son parientes; lo que
cada uno es realmente y de qué está compuesto y cuánto tiempo, juzgando por su
propia naturaleza, es probable que dure.
Quiero
decir, que debo formar este juicio de lo que ahora, en este mismo momento, se
revela a mi conciencia. Y debo preguntarme qué virtud podría emplear para
enfrentarme con ello, como, por ejemplo, la amabilidad, el valor, la
sinceridad, la confianza, la simple ingenuidad, la independencia.
¿De
qué os quejáis?. ¿De la maldad del hombre?. Considerad las proposiciones
siguientes: las criaturas racionales han sido creadas las unas para las otras,
y la clemencia es parte de la justicia; el hombre peca contra su voluntad;
pensad cuántas personas después de una vida de amarga hostilidad, de sospechas,
de odios y de peleas entre sí han muerto y se han convertido en ceniza —pensad
en esto y entonces dejad
al menos de lamentaros—. ¿Os quejáis de la parte asignada a vosotros de la suma
total de las cosas?. Recordad otra vez la alternativa “la Providencia o los
Átomos”, y todas las pruebas de que el universo es una especie de república.
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