EMPERADOR AURELIANO |
La
batalla de Pavía fue un enfrentamiento militar librado entre las legiones del
Imperio romano y una fuerza invasora de tribus germánicas en el año 271,
finalizando con la completa victoria de las primeras.
En
270 el emperador Marco
Aurelio Valerio Claudio acababa de vencer una gran invasión de godos, carpos,
hérulos, gépidos y bastarnos, pero los
generales del Imperio de Palmira, Saba y Timágenes, conquistaron Egipto. Entre tanto, el
monarca estaba visitando su natal Dalmacia, premiando a los jinetes locales,
cuyas unidades habían sido claves en su victoria.
Fue
entonces que se enteró que los bárbaros atacaron Creta y Chipre, pero la peste
y las tropas romanas los habían derrotado. El
emperador, tras dejar las tropas de los Balcanes a su magister equitum Lucio Domicio Aureliano para que enfrentara a los hérulos y godos que se agrupaban en los montes Balcanes para saquear
Tracia, fue a su cuartel general de Sirmio,
donde falleció debido a la misma peste que afectaba a sus soldados.
Claudio
había dejado una guarnición en Aquilea a cargo de su hermano Marco Aurelio Claudio Quintilo, quien tenía órdenes de ayudar a Aureliano.
Fue proclamado por el Senado como nuevo emperador por ser considerado un hombre justo y competente. Sin embargo,
a los 17 días o pocos meses de reinado fue
asesinado o se suicido porque se sabía sin apoyos, ya que el general Aureliano fue proclamado sucesor de
Claudio por unánime decisión de las
legiones. Inmediatamente, el nuevo monarca se
apodero de las minas de Siscia para comprar la lealtad de sus soldados.
Aprovechando
el caos, varias partidas bárbaras se lanzaron al ataque, como los «suevos y
sármatas», según la Historia Augusta, o los «escitas», según Zósimo, sin
embargo, las fuentes se refieren a la misma operación militar y solamente
nombran de forma distinta al enemigo, al que historiadores modernos identifican
como asdingos y yázigas. Los bárbaros cruzaron el Danubio
cerca de Aquincum para atacar Raetia o Pannonia, mientras Aureliano se trasladaba de Roma a Aquilea y
organizaba a su ejército a la vez que ordenaba una política de tierra arrasada
para negarles todo suministro a los invasores y atrincherarse en las ciudades. Al saber que el ejército imperial se aproximaba los bárbaros
intentaron retirarse por Panonia pero fueron interceptados y vencidos por la
caballería dálmata. Los sobrevivientes cruzaron el río y
acordaron la paz, entregando 2.000 jinetes para servir
como auxiliares en el ejército imperial.
Poco
después, algo similar sucedió con unos invasores que habían atacado la zona de
Mediolanum. No existe acuerdo sobre la identidad
de estos atacantes. Cada fuente los nombra de forma diferente porque los
nombres que los grecorromanos daban a las tribus bárbaras solían superponerse,
independiente si eran grupos étnicos distintos o no. Vopisco
se refiere a ellos
como marcomanos, Zósimo como «alamanes y sus vecinos» y Dexipo como jutungos pero los autores
modernos consideran que eran los mismos.
Algunos autores han pensado que podría tratarse de distintas campañas, pero la
opinión más aceptada actualmente es que fue una sola.
El
emperador volvió a Italia, dejando una «adecuada» guarnición en Panonia, y en
el camino de vuelta, a orillas del Danubio derrotó una partida de bárbaros,
matando a miles de ellos. Reunió todas sus fuerzas cerca de
Placentia y ofreció tierras a los bárbaros
para que se instalaran, pero al anochecer los germanos lo
atacaron desde un bosque cercano, infringiéndole tal derrota que casi se
condenó al imperio. Estas incursiones generaron terror y
revueltas en Roma, así que sus líderes consultaron los
libros sibilinos a petición de Aureliano. Se
hicieron ceremonias para purificar la ciudad y
conseguir el favor divino en la batalla.
Aureliano
no se amilanó, reconcentró sus fuerzas, siguió la estela de devastación que
dejaba el enemigo a medida que avanzaba por la Vía Emilia, cruzaba los Apeninos
hacia la costa adriática y saqueaba las indefensas villas de Pisaurum y Fanum
Fortunae. Luego empezaron a seguir la Vía Flaminia para atacar la Italia
central y la propia Roma. Se sabe que el emperador consiguió vencerlos en Fanum
y a orillas del río Metauro. Los bárbaros
fueron inmovilizados con el río a sus espaldas y a medida que su línea
retrocedió muchos acabaron en sus aguas y se ahogaron.
Tras
esto los germanos ofrecieron negociar pero intentaron hacerlo desde una
posición de fuerza porque sabían que todavía conservaban parte importante de su
tropa, puesto que, según Dexipo, los jutungos podían movilizar en tiempos de
Aureliano 40.000 jinetes y 80.000 infantes,
cifra sin duda exagerada, pero, dado que Aureliano seguía
preocupado por aniquilarlos, demuestra que seguían siendo una amenaza temible.
Sin
embargo, los bárbaros no se quedaron quietos, se reagruparon y volvieron a la
lucha, pero decidieron no continuar su
avance y empezaron a retroceder por la Vía Emilia y Aureliano los siguió
esperando el momento para atacar. Deseaba una victoria decisiva que limpiara su
reputación tras el fiasco inicial y recuperar el botín tomado por los
invasores. En la planicie cercana a Ticinum se dio el combate donde los
bárbaros fueron destrozados, salvándose sólo pequeños grupos de sobrevivientes
que fueron eliminados uno por uno al poco tiempo.
Tras
la victoria el emperador recibió el título de Germanicus Maximus y se preocupó de construir un nuevo sistema de murallas para
la capital, las murallas aurelianas.
La
amplia movilidad de los ejércitos bárbaros influenciaría las reformas militares
romanas durante la siguiente centuria. Al no servir a un Estado, eran más
impredecibles en sus objetivos, el tamaño y organización de sus huestes variaba
constantemente y a los romanos sólo les quedaba rastrear sus partidas de saqueo
y discernir cuáles eran los más peligrosos en cada momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario