(EN LA FOTO DE ARRIBA, BUSTO DEL EMPERADOR DIOCLECIANO )
UN IMPERIO Y CUATRO EMPERADORES
MAPA DEL IMPERIO ROMANO BAJO LA TETRARQUÍA
( CUATRO
EMPERADORES DEL MISMO IMPERIO )
Diocleciano supo llenar las lagunas de su cultura con un sólido sentido común, el cual le hizo comprender rápidamente que si quería mantenerse no debía permanecer en Roma; por ello, con gran escándalo de la Ciudad Eterna, no dudó en trasladar la capital a la ciudad de Nicomedia, en Oriente.
Las razones de esta elección eran oportunas, ya que desde la nueva capital la vigilancia de las fronteras de Oriente era más fácil. Pero como Occidente estaba también amenazado, decidió dividir el poder y designó a su amigo Maximiano para la defensa de esta zona.
Como Diocleciano no quería competidores, tuvo la precaución de darle a aquel el título de Augusto, haciéndole coemperador y asignándole Milán como capital.
Pero muy pronto esta situación no le pareció suficiente a Diocleciano, tanto más cuanto que no suprimía el difícil problema de la sucesión. Si uno de los dos emperadores faltaba, todo volvería a hundirse en el caos.
Para remediarlo, Diocleciano concibió la idea de designar los sucesores de los dos emperadores en la persona de dos Césares, cada uno de los cuales tendría el control de una región.
Como consecuencia, a Constantino Cloro, llamado así por su color pálido, se le confió la defensa de la frontera renana, con la orden de instalar la capital en la ciudad de Tréveris; de este modo, se convertía en el sustituto de Maximiano.
Por lo que se refiere a su propia sucesión, Diocleciano eligió un valiente guerrero, Galerio, y le confió las regiones danubianas, con la capital en Sirmio (en la actual Serbia).
Los Césares reforzaron sus lazos con los Augustos casándose con las hijas de éstos. El sistema era ingenioso: A la muerte de uno de los Augustos, su César le sustituía automáticamente, designando en seguida a otro César. La reforma fue llamada Tetrarquía (poder de cuatro).
En realidad, el principio monárquico permanecía: Diocleciano se proclamó Jovio, mandatario de Júpiter, mientras que el segundo Augusto, Maximiano, no tenía por patrón más que a Hércules, es decir un semidiós, subordinado al señor de los dioses. Reforzado el gobierno, Diocleciano reorganizó el Imperio.
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