En las
afueras de la ciudad había acampadas dos cohortes de soldados, todos veteranos
pero no incorporados aún a las legiones por haberse alistado demasiado tarde o
viajado desde demasiado lejos para llegar a Capua antes de que partieran las
legiones. Fuera quien fuese el tribuno militar responsable de ellas las había
abandonado a su suerte, y con un día como aquél todos se dedicaban a jugar a
los dados, las tabas, los juegos con tablero y a charlar; desde los
amotinamientos de la Décima y la Duodécima el vino se había excluido de la
dieta de los legionarios.
Aquellos hombres, que habían pertenecido a la antigua Decimotercera, no tenían propensión a amotinarse y se habían alistado de nuevo sólo por su amor a César y por la perspectiva de una larga y gloriosa campaña contra los partos. Tras enterarse de la horrible muerte de César, se lamentaban y se preguntaban qué sería de ellos.
Aquellos hombres, que habían pertenecido a la antigua Decimotercera, no tenían propensión a amotinarse y se habían alistado de nuevo sólo por su amor a César y por la perspectiva de una larga y gloriosa campaña contra los partos. Tras enterarse de la horrible muerte de César, se lamentaban y se preguntaban qué sería de ellos.
Poco
conocedor de la distribución de un campamento legionario, el visitante,
Octaviano con capote y capucha, tuvo que preguntar a los centinelas dónde vivía
el centurión primipilus y luego recorrer las hileras de
cabañas de madera para llamar a la puerta de una estructura ligeramente más
grande. Dentro, se interrumpió el rumor de voces y la puerta se abrió.
Octaviano se encontró ante un individuo alto y fornido que vestía una túnica roja acolchada. En torno a la mesa estaban sentados otros once hombres, todos con la misma indumentaria, lo cual significaba que el visitante tenía ante sí a todos los centuriones de dos cohortes.
Octaviano se encontró ante un individuo alto y fornido que vestía una túnica roja acolchada. En torno a la mesa estaban sentados otros once hombres, todos con la misma indumentaria, lo cual significaba que el visitante tenía ante sí a todos los centuriones de dos cohortes.
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