Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
CAYO CASIO LONGINO: EL HOMBRE QUE PUDO HABER SIDO EL PRIMER EMPERADOR DE ROMA
DE CÓMO LOS SAQUEOS Y LA ESCLAVITUD FINANCIABAN LOS EJÉRCITOS Y EL PODERÍO DE ROMA. Cayo Casio Longino, era un miembro de la aristocrática familia patricia de los Longinos, que habían dado consulares a Roma en épocas anteriores. En cierto modo había sido también amante de Servilia Cepionis –su futura suegra-, madre de su amigo y condiscípulo de estudios Marco Junio Bruto (el hombre más podridamente rico de Roma, muy por encima del mismo Marco Craso). Por otra parte, Servilia Cepionis había sido amante también de Julio César, una mujer de gran inteligencia y fuerte carácter, que sabía todo sobre los tejemanejes políticos de Roma desde la sombra, a quien le atraían de especial manera la gente marcial, como lo fueron ambos: César y Casio. Además Casio se casó con Junia Tercia, la hija habida entre una relación extramatrimonial de Cayo Julio César con Servilia Cepionis, lo que de alguna manera le daba mas derechos al lugar más alto de entre los romanos. Por otro lado Cesarión, hijo de César y Cleopatra, representaba el peligro de una nueva futura monarquía Egipto-Roma, con la que tendría que luchar para que no fuera posible.
Nos encontramos en el año -43 antes de Cristo. Poco se sabe del personaje, pero parece ser que fue el militar más brillante de la Antigua Roma, después del archiconocido Cayo Julio César.
Tras huir de Roma con sus cómplices, tras el asesinato de Julio César, Casio se hizo fuerte en Siria, donde varios años atrás había iniciado su carrera militar como cuestor. Y tratándose de aliarse con su viejo amigo de estudios Marco Bruto, que gracias a una concesión del Senado romano, de repente se veía dueño de medio imperio romano del Este, planeó en principio invadir el Egipto de Cleopatra para castigarle por no haberle ayudado, y luego la invasión del reino de los Partos, donde se encontraba ese enorme botín que habría que equilibrar la economía de una Roma arruinada por las últimas guerras civiles, cosa que ya pretendía hacer Julio César antes de ser asesinado. Aparte de poder tomar Ecbatana, la capital parta del rey Orodes, poder recuperar para el orgullo de Roma las siete águilas romanas arrebatadas al derrotado Marco Craso que se había llevado de Carres al pretender por su cuenta invadir el reino de los partos.
La cosa es que varios años atrás, Cayo Casio Longino había conseguido salvar el imperio romano de oriente, reuniendo el resto de las dispersas tropas romanas que desertaban del vencido Craso, frenando a los partos, y con el rango más bajo de imperium: el de cuestor, pues era el cuestor de Craso en esta ocasión. De ahí adquirió gran experiencia como estratega militar, unido a la esmerada ecuación que había recibido en su ambiente patricio del que procedía, con antepasados consulares entre su familia, teniendo como condiscípulo a Marco Bruto, hijo de la célebre dama romana Servilia Cepionis.
Marco Licinio Craso, en sus ansias de convertirse en el hombre más rico del mundo, había robado el oro del gran templo de Jerusalén, y ahora codiciaba el del reino de los partos, antes de invadir Egipto para apoderarse de los fabulosos tesoros de los faraones. Sin tiempo para preparar una adecuada estrategia, la impaciente codicia le rompió el saco, y fue inesperadamente derrotado por los terribles jinetes partos, maestros en el arte del lanzamiento de flechas a caballo. Pero luego de regreso a Roma, Casio se uniría a la causa de Pompeyo en la guerra civil contra César, que le perdonaría al derrotarle, y además Casio le serviría con eficacia como general en la guerra contra Farnaces. Al final, se uniría a un grupo de conspiradores de las más altas esferas para participar en el asesinato del gran Cayo Julio César.
Vuelvo de nuevo al instante del -43 antes de C. Trataba de obtener dinero como fuere de las provincias para financiar el mayor ejército del mundo romano por entonces conocido con poco más de 12 legiones, o sea unos 6000 hombres por legión (cifra que nunca había tenido antes cualquier general romano) y poco más de 4000 jinetes de caballería, saqueando los pueblos que no les pagaban los tributos exigidos, y vendiendo como esclavos a sus habitantes en los mercados de Sido y Antioquia (o el famoso de la Isla de Cos, una de las numerosas islas griegas, el mayor mercado mundial de esclavos conocido en la época), para primero invadir Egipto, país que consideraba el más rico después del reino de los partos, luego el reino parto, y finalmente reconquistar Roma y autoproclamarse emperador, tras deshacerse del sistema republicano, y derrotar a la coalición de Marco Antonio, Lépido y Octaviano que buscaban vengarse de los influyentes asesinos de Julio César, representados especialmente por Bruto y Casio. Su amigo Bruto dominaba con otras tantas numerosas legiones (unas 7 en aquel momento, creo, aparte de también con numerosa caballería), y habría que unirse a Casio para derrotar a los vengadores del Senado controlado por Octavio y Marco Antonio, que les había declarado proscritos y nefas, confiscando todas sus propiedades, que se le caían encima.
Con el objetivo de invadir Roma y autoproclamarse emperador, aliándose con Bruto, Casio trató de obtener dinero, barcos y recursos para financiar su enorme ejército, por todos los territorios que controlaba de Oriente. Exigía a las ciudades unas enormes cantidades de dinero, que obligaba a sus autoridades a derretir cada uno de los objetos preciosos de los templos, obtener dinero de sus ciudadanos, y vender como esclavos a aquellos que no podían pagar, para reunir ese enorme dinero exigido por Casio. Ya bastante agotadas estaban las ciudades orientales por ser exprimidas financieramente entre las exigencias de la anterior guerra civil romana, primero entre Pompeyo, luego las indemnizaciones de César, y ahora las exigencias de dinero tanto por parte de Bruto como del propio Casio. Pero se hacía necesario financiar como fuere el ejército, o no sería posible recuperar y controlar Roma. No obstante el banquero romano Cayo Flavio Hemicilio, que había administrado los dineros del bando de Pompeyo, y amigo personal de Marco Bruto, les advirtió de que para llevar a buen término la invasión de la parte occidental del imperio romano, y recuperar la misma Roma de los triunviros, hacía falta muchísimo más dinero en los cofres de guerra de la coalición Bruto-Casio, así como numerosos barcos para transportar el enorme ejército. Se vieron con la necesidad de sacar aún muchísimo más dinero, en unos lugares que apenas ya no quedaba más dinero de adónde sacar. Entonces a Casio se le ocurrió que la orgullosa isla de Rodas, que había sido neutral en las guerras civiles romanas, pero que había apoyado la causa de César, primero ayudándole contra los piratas que de joven lo secuestraron, y luego poniéndose de su lado en la guerra contra el legítimo Senado de Pompeyo. Según sus cálculos, Casio consideró que Rodas tenía el doble del dinero que le faltaba para la invasión, y aún así le quedaba lo suficiente para ella. El enemigo a eliminar era el triunvirato formado por el cónsul Lépido, Marco Antonio y Octaviano.
Aunque Casio acordó con su socio de guerra Bruto de que el uno iría por un camino de tierra y el otro por la vía naval, se propuso conseguir que Rodas le proporcionase los barcos y el dinero para la guerra, pero como los rodios se negaron, no le quedó más remedio que tomarla por la fuerza. Rodas, cuya entrada del puerto la presidía la enorme estatua del coloso del mismo nombre (considerada como la octava maravilla del mundo), se veía invencible, pues nunca había sido vencida por mar ya que era un pueblo de marineros, aparte de ser una fértil y accidentada isla de unos 120 kms de largo que se autoabastecía de todo lo necesario.
Y menospreciaron las amenazas de Casio, que en un descuido de los rodios, desembarcó en la isla, y como esos no tenían ejército de tierra, ni sabían como resistir un asedio, se rindieron y les abrieron la puerta de la ciudad, y de ese modo no fue saqueada y la isla sufrió escasos daños con la invasión.
Pero esto no impidió que Casio formara un tribunal en el ágora, e hiciera ejecutar a todos los notables rodios, exigiendo a todo el pueblo de Rodas que les trajera allí todo lo que poseían de valor: joyas, monedas, tesoros de los templos, etc..., so pena de que sería ejecutado quien tratase de huir o ocultar sus posesiones, ofreciendo recompensas a cambio de información a los hombres libres, los libertos y los esclavos. El ágora de Rodas se transformó en un inmenso botín, con el que financiar el ejército en la guerra contra los triunviros.
Y a pesar de esto, dispuso un edicto en el que al resto de las ciudades del este del imperio romano bajo su control se le continuó exprimiendo todo el dinero que se podía, con adelanto de los impuestos de hasta unos 10 años, so pena de vender como esclavos a aquellos que no pudieran pagar. Los Consejos Municipales de las propias ciudades, a falta de otra cosa, proporcionaban miles de sus propios hombres, mujeres y niños para la venta como esclavos. En aquellos tiempos el apetito mundial de esclavos era insaciable puesto que, como decía una máxima de la época: o poseías esclavos o eras uno de ellos. Nadie desaprobaba la esclavitud y lo consideraba como algo muy normal, que daba prestigio a quien poseía varios, y hasta natural, cuyas características variaban según el lugar y el individuo. Un esclavo doméstico romano recibía una paga y, por lo general, se le concedía la libertad al cabo de diez o quince años; mientras que un esclavo de las minas o de las canteras, al cabo de un año, por lo general, moría trabajando (y eso de que se supone que el famoso esclavo Espartaco salió de unas minas de oro egipcias, vendido posteriormente a un lanista de Capua, para adiestrarlo como gladiador). Y no digamos de los que trabajaban las grandes fincas de los terratenientes que abastecían de grano a las ciudades. También existían graduaciones sociales con los esclavos: si eras un griego ambicioso con alguna habilidad, te vendías como esclavo a un amo romano sabiendo que prosperarías y que acabarías siendo ciudadano romano; si eras un germano descomunal o cualquier otro bárbaro derrotado y capturado en el campo de batalla, acababas en las minas o en las canteras, donde perecías. Sin embargo, el mayor mercado de esclavos era, con diferencia, el reino de los partos, un imperio mucho más extenso que el propio imperio romano.
El rey Orodes estaba siempre impaciente por recibir tantos esclavos como los romanos quisieran venderles pues necesitaba de la mano de obra con la que sostener a su imperio, sin pensar que ese mismo imperio romano en el fondo ambicionaba invadir y apoderarse de su propio rico imperio parto. De modo que tanto Bruto como Casio no tuvieron dificultad de vender los esclavos, al vecino reino parto, con el que financiar a sus ejércitos. Cabe decir, además, que en aquellos tiempos la inmensa mayoría de los propietarios de esclavos no tenía más de un esclavo, dejando aparte que la definición de pobreza extrema era la incapacidad de un hombre para poseer un único esclavo, aunque que puede que dos. En general la inmensa mayoría no eran esclavos varones, sino hembras: por dos motivos: 1.- que el amo podía disfrutar de los favores sexuales de una esclava. 2.- que un esclavo era siempre una tentación para la esposa del amo y la paternidad de los hijos resultaba sospechosa. Aparte de que apenas no tenía necesidad de un esclavo varón un hombre, puesto que los trabajos serviles eran domésticos: lavar, acarrear agua, preparar las comidas, ayudar con los hijos, vaciar orinales, etc..., y los hombres no los hacían bien. Por otra parte, aunque los romanos pagaban un pequeño salario a sus esclavos, que ahorraban para comprar su libertad, teóricamente eran libres si se lo concedía el amo, ya que la manumisión llevaba consigo un impuesto del 5% a cargo del amo en la Antigua Roma. Era casi imposible una rebelión de esclavos, puesto que existía el castigo de la cruxifición, el peor posible conocido, en sus diversos grados a la vista de todos, y en el que se apuntalaba el orden social romano.
No obstante, en la batalla de Filipos, mientras tanto Bruto y Casio (ambos por separados, ya que un fallo de logística militar les impidió luchar unidos) se encontraban frente a Octaviano y Marco Antonio, Cayo Casio Longino ignorante de la victoria de su cuñado frente a Octaviano, se hizo matar por su liberto Pindaro cuando vio que el curso de la batalla se ponía a favor de Marco Antonio. Enterado Bruto, le hizo su oración fúnebre llamándole “El último de los romanos”. Aunque lo reconozco, es poco lo que sabemos de Cayo Casio Longino, hasta el punto de que ni siquiera he logrado encontrar una escultura suya en toda la red de internet, con la que poder ilustrar mi publicación de hoy (salvo esas monedas acuñadas con la imagen de Cayo Casio Longino, señor de la Siria romana).
LA BATALLA DE FILIPOS Aquí podemos ver la derrota de Marco Bruto, el amigo, cuñado y aliado de Cayo Casio Longino, en unas escenas de la famosa superproducción “Roma”:
Muy buena investigación.
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