jueves, 28 de mayo de 2015

LOS ESCLAVOS EN LA ÉPOCA DE LA ROMA DE CAYO JULIO CÉSAR





A alguien que no estuviera familiarizado con el modo en que Roma trabajaba podría perdonársele por asumir que la ley de números aseguraría que cualquier medida que alterase la situación de los manumitidos de Roma no supondría en realidad diferencia alguna, porque la definición de pobreza extrema en Roma era la incapacidad de un hombre para poseer un único esclavo... y, desde luego, había pocos que no poseyeran un esclavo. De ahí que, aparentemente, cualquier plebiscito que distribuyera a los esclavos manumitidos por las treinta y cinco tribus debería de tener poco efecto en la cumbre de la sociedad.




La inmensa mayoría de los propietarios de esclavos en Roma no tenía más que un esclavo, puede que dos. Pero no eran esclavos varones; eran hembras. Por dos razones: la primera, que el amo podía disfrutar de los favores sexuales de una esclava, y la segunda, que un esclavo era siempre una tentación para la esposa del amo, y la paternidad de los hijos resultaba sospechosa. Al fin y al cabo, ¿qué necesidad tenía un hombre pobre de un esclavo varón? Los trabajos serviles eran domésticos: lavar, acarrear agua, preparar las comidas, ayudar con los hijos, vaciar orinales; y los hombres no los hacían bien. La actitud mental no cambiaba sólo por el hecho de que una persona fuera lo bastante desafortunada como para ser esclava en lugar de libre; a los hombres les gustaba hacer cosas de hombres y despreciaban a las mujeres, a las que les tocaba hacer los trabajos más penosos.



Teóricamente a cada esclavo se le pagaba un peculium además de la manutención; esa pequeña cantidad de dinero se iba guardando para comprar la libertad. Pero en la práctica, la libertad era algo que sólo el amo pudiente podía permitirse otorgar, sobre todo por el hecho de que la manumisión llevaba consigo un impuesto del cinco por ciento. Con el resultado de que a la mayor parte de las esclavas de Roma nunca se las manumitía mientras eran útiles -y, temiendo la destitución más que el trabajo duro y no remunerado, se esforzaban por seguir siendo útiles incluso después de hacerse viejas-. Y tampoco podían permitirse pertenecer a una asociación funeraria que les permitiera pagar un funeral y un entierro decente después de su muerte. Acababan en los fosos de cal y ni siquiera había una señal en la tumba que dijera que alguna vez habían existido.



Sólo aquellos romanos con ingresos relativamente elevados y varias casas que mantener poseían muchos esclavos. Cuanto más elevada era la posición económica y social de un romano, más sirvientes utilizaba... y más probable era que contase con varones entre esos sirvientes esclavos. En estas esferas la manumisión era cosa corriente, y el período de servicio de un esclavo oscilaba entre diez y quince años, después de los cuales él -porque realmente se trataba de varones- se convertía en esclavo liberto y entraba a formar parte de la clientela de su antiguo amo. Llevaba puesto el gorro de la libertad y se convertía en ciudadano romano; si tenía esposa e hijos adultos, a éstos también se les manumitía.










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