domingo, 31 de mayo de 2015

LA ESCUELA DE GLADIADORES DE LÉNTULO BATIATO



Villa Batiato era un lugar de horarios inflexibles que comenzaban con el tañido de un aro de hierro golpeado con una barra y se sucedían con arreglo a un programa siempre igual. Al atardecer, encerraban a los cien gladiadores, o cuantos fuesen, en celdas de piedra con rejas que compartían siete u ocho, desde las que no podían comunicarse con los otros y en las que no penetraba ningún ruido del exterior.




 Ninguno de ellos permanecía constantemente en el mismo grupo y cada noche dormía con seis o siete compañeros distintos, y al cabo de diez días volvían a cambiar, y tan ingeniosas eran las permutaciones que había establecido Batiato, que transcurría un año antes de que uno nuevo conociese a todos sus compañeros. Eran celdas limpias y con buenas camas, además de una antecámara con baño de agua corriente y orinales; calientes en invierno y frescas en verano, sólo se usaban entre la puesta y la salida del sol y las aseaban durante el día unos esclavos que no tenían contacto con los gladiadores.



Al amanecer, se levantaban al oír el ruido de los cerrojos y comenzaba la jornada, durante la cual, el gladiador estaba con quienes había compartido la celda por la noche, aunque les estaba prohibido hablar. Los grupos desayunaban en el patio, delante de la celda; si llovía, se ponía un toldo de cuero. Luego, el grupo hacía los ejercicios de entrenamiento y después un doctor los separaba en parejas de galos contra tracios para hacerles combatir con espadas de madera y escudos de cuero; a continuación hacían la comida principal a base de carne, mucho pan, buen aceite de oliva, frutas y verduras de la estación, huevos, pescado salado y una especie de gachas de legumbres con trozos de pan y toda el agua que quisieran; el vino lo tenían prohibido.



Después de comer descansaban dos horas en silencio y después los dedicaban a limpiar el armamento, los artículos de cuero, arreglar botas o cualquier otro instrumento de la profesión; todas las herramientas eran cuidadosamente recogidas y recontadas bajo la constante vigilancia de los arqueros. Les daban una tercera comida más ligera después de una tabla de enérgicos ejercicios y luego los permutaban a todos formando nuevos grupos.



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