viernes, 29 de mayo de 2015

ENCUENTRO CARNAL SERVILIA-CÉSAR





César comenzó a acariciarle la nuca justo debajo del gran moño que formaba el cabello de Servilia, y ésta primero pensó que la estaba tocando con la punta de los dedos, unos dedos lisos y lánguidos. Pero César tenía la cabeza inmediatamente detrás de la suya; rodeó a Servilia con ambas manos y le cogió los pechos. El aliento de él le refrescaba el cuello como un soplo de brisa sobre la piel húmeda, y entonces comprendió lo que César estaba haciendo. Le estaba lamiendo aquel crecimiento de vello superfluo que ella tanto odiaba y que su madre había despreciado y ridiculizado hasta el día en que murió. Lo lamió primero por un lado y luego por el otro, siempre en dirección hacia la cresta de la columna vertebral, avanzando lentamente hacia abajo, cada vez más hacia abajo. Y lo único que Servilia pudo hacer fue quedarse sentada presa de sensaciones que ni siquiera había imaginado que existieran, quemada y empapada en una tormenta de emociones.




Aunque había estado casada durante dieciocho años con dos hombres muy diferentes, en toda su vida jamás había tenido ocasión de conocer nada parecido a aquella fiera y penetrante explosión de los sentidos que surgía hacia afuera partiendo del foco de la lengua de César y que se sumergía en ella para invadirle los pechos, el vientre y el alma. En cierto momento logró ponerse en pie, no para ayudarle a desatar el ceñidor que la rodeaba por debajo de los pechos, ni para desprender de sus hombros las capas de ropa que llevaba puestas y que acabaron cayendo al suelo - eso lo hizo él sin ninguna ayuda-, sino exclusivamente para permanecer de pie mientras él seguía con la lengua la línea de vello hasta que ésta disminuía y se hacía invisible allí donde empezaba la hendidura entre las nalgas. Si él sacase un cuchillo y me lo hundiese en el corazón hasta la empuñadura, pensó Servilia, no sería capaz de moverme ni un centímetro para impedírselo. Ni siquiera querría impedírselo. Nada importaba salvo la gratificación que sentía de una parte de sí misma, que ella nunca había soñado siquiera que poseyera.



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