(...) Esta claro que un campo habitado y ocupado es
digno de mayor consideración ante mi, y al mismo tiempo un campo cultivado y
productivo constituye un espectáculo mas grato, mientras que un desierto no
solamente es una propiedad inútil para los que la poseen, sino, ademas, una
cosa lastimosa de ver y una desgracia que denuncia el abandono de los que son
sus amos.
(...) Aquellos ciudadanos que roturan una tierra
inculta y la hacen apta para la producción, lejos de hacer ningún daño,
merecen, por el contrario, un justo elogio. Y no es con los que construyen y
plantan arboles sobre el suelo comunal con los que es preciso irritarse, sino
con los que lo dejan baldío.
(...) En consecuencia, soy del parecer de incitar a
muchos otros ciudadanos, a todos cuantos podáis, a tomar lotes de tierras
publicas para cultivarlas; los lotes mas importantes para los que tienen algún
recurso y el resto para los indigentes, lotes a la medida de sus capacidades, a
fin de que nuestra tierra sea para nosotros productiva y que aquellos
ciudadanos que lo deseen se vean, al mismo tiempo, liberados de los dos mayores
males: la ociosidad y la miseria. Dejad, pues, que estos hombres posean la
tierra gratuitamente durante diez anos, y después de este plazo, ordenad que
paguen una pequeña parte por sus cosechas, pero por los pastos que no paguen
nada. Y, en el caso de que el aparcero llegara a ser un extranjero, que durante
cinco anos tampoco este pague nada, pero, luego, que aporte el doble que los
ciudadanos. Y todo extranjero que haya explotado doscientos metros de tierra
que adquiera el personalmente el derecho de ciudadanía.
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