Cuando llegó al campo en que había tenido lugar la batalla
de Bedriaco en la que sus hombres habían derrotado a Otón, al ver que algunos
soldados se apartaban con horror ante la descomposición de los cadáveres, se
atrevió a pronunciar, para darles ánimos, unas palabras abominables, a saber,
que el cadáver de un enemigo olía muy bien, y mejor aún el de un conciudadano.
(Suetonio en "Vida de Vitelio")
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