Los
emperadores romanos regalaban trigo y entradas para los juegos circenses
(carreras de carretas y otros) como forma de mantener al pueblo distraído de la
política. De ahí surgió en el siglo I la locución “Panem et circenses” (Pan y
circo).
Uno
de los espectáculos que más gustaba en Roma consistía en atar a un hombre a una
estaca y ver como una fiera hambrienta lo despedazaba. Si moría muy rápido o
los desgarros no eran muy espectaculares, el público se enfadaba y pedía mas
sangre.
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