Era
un colgante de cuero o de metal que contiene un amuleto que los niños romanos
nacidos libres nueve días después de su
nacimiento que llevaban para ahuyentar a los malos espíritus; los niños
lo llevaban hasta la mayoría de edad y el recibimiento de la toga virilis, y
las niñas otro tipo de amuleto llamado lúnula hasta el día de su boda.
Los
niños romanos nacidos libres seguirían llevando la bulla, junto a la toga
praetexta, hasta la edad de portar la toga viril, a los 16 años, cuando pasaban
a la edad de la adolescencia y llegaban a ser ciudadanos romanos. Se guardaba
entonces con sumo cuidado, consagrándola a los dioses Lares o a Hércules. La
podían volver a sacar en ocasiones especiales, como cuando llegase a general y
dirigiera un desfile triunfal de sus tropas. El ponerse la bulla durante esas
ceremonias le protegería contra las fuerzas del mal y las envidias de los
hombres.
Normalmente
redonda (también en forma de corazón o saquito), usualmente se colgaba al
cuello y podía contener diferentes amuletos protectores, símbolos fálicos por
lo general, en metal o piedras preciosas pero también plantas o sustancias con
propiedades apotropaicas.
Podían
hacerse de diferentes materiales, como es el caso de plomo cubierto con láminas
de oro de los ricos o de cuero o tela para los menos pudientes. Incluso, los
más pobres, en su momento, llevaban por bulla un nudo en su cinturón.
Su
utilización, se extendió desde las capas más ricas, la de nacidos libres hasta
los libertos y finalmente, los siervos, sucediendo como en otras civilizaciones
anteriores, donde la creencia en los beneficios de este tipo de amuletos, al
principio, hacen que sean utilizadas las bullas por unos pocos y luego las
terminan utilizando hasta los sectores sociales más bajos.
Las
niñas no llevaban bulla sino otro tipo de amuleto, como lúnula, hasta la
víspera de su matrimonio, cuando se la retiraba, al mismo tiempo que sus
juguetes infantiles. Entonces, dejaban de usar ropa de niña y empezaban a usar
vestidos romanos de mujer.
Plutarco
refiere que la "bulla, medallón en forma de bola, y una toga bordada de
púrpura" eran los distintivos de los hijos nacidos de la unión de las
sabinas raptadas y los primeros romanos.
Otros
autores sugieren que esta costumbre era de origen etrusco, donde también era
llevada por los adultos. De hecho, una de las tradiciones se remonta a
Tarquinio el Viejo que, según Plinio, habría dado como distinción honorífica
una bulla de oro a su hijo de catorce años, después de haberle visto matar a un
enemigo en una batalla contra los sabinos (et bulla aurea donavit).
El
mismo autor dice que según algunos historiadores había dado antes Rómulo una
bulla al hijo de Horto, primogénito de las doncellas sabinas, después del robo
de ellas, el cual se llamó más adelante Tulio Hostilio.
Entre
los etruscos, la bulla también era el envoltorio que se le ponía al niño
después del parto para prevenir la deformación del cuerpo. Simbólicamente, esta
práctica permitía al bebé pasar del estado fetal al humano, por su postura
vertical.
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