Hacia el lejano Oriente
En el año 179 a. de J.C., el hijo de Filipo V, Perseo, subió al trono ávido de venganza. Pérgamo dio la señal de alarma a Roma, que, esta vez, no se contentó con una simple intervención.
Después de numerosos fracasos, el cónsul Paulo Emilio venció a Perseo en Pidna (168 a. de J.C.). El rey desfilará en el cortejo triunfal del vencedor y morirá en prisión dos años después. Macedonia quedó desmembrada en cuatro partes.
Antíoco de Siria invadió Egipto, pero recibió la orden de abandonar el país. Como pidió tiempo para reflexionar, el pretor Popilio trazó un círculo a su alrededor exigiéndole que le diera una respuesta antes de matarlo.
Sin embargo, no se produjo ninguna anexión. El Senado parecía temer aún el nuevo poder de los generales y de los financieros, la influencias nefastas de Oriente.
Aquellos viejos conservadores temían lo desconocido, la corrupción, la costumbre de saqueo de los ejércitos. Catón clamó contra el lujo y los cultos orientales. Por otra parte, Roma estaba comprometida en la obra de pacificación a llevar a cabo en Occidente.
Hacía falta enviar legiones contra los celtas de la llanura del Po, contra los ligures de los Apeninos que fueron deportados en masa, y surgieron nuevas colonias: Bolonia, Parma, Módena, Lucca. En Córcega, en Cerdeña, en Hispania, se realizaron campañas contras las incesantes revueltas.
Una sublevación de Macedonia (149 a. de J.C.) proporcionó un buen pretexto: El país se convirtió en provincia romana (148 a. de J.C.). Los griegos se rebelaron a su vez, pero fueron sometidos: Corinto fue incendiada, su territorio declarado maldito, y millares de hombres sufrieron la deportación.
Grecia fue incorporada a Macedonia en el año 146 a. de J.C. En el 133 a. de J.C., el rey de Pérgamo dejó en herencia su estado a Roma, que creó la provincia de Asia (126 a. de J.C.).
( En la foto de arriba, Antíoco III, rey de Siria )
ANTÍOCO III, REY DE SIRIA
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