EL TABULARIO DE SILA
De todos modos, empleando el opus incertum, los Emilios levantaron el pórtico de su nombre, enorme lonja de naves apoyadas en pilares cuadrados y cubiertas de bóvedas de cañón, que era el obligado complemento del grandioso Emporium que entonces reemplazó al antiguo Portus Tiberinus como plaza del comercio marítimo de Roma en la ribera izquierda del Tíber.
El edificio más notable que de la Roma republicana se conserva, vivo aún merced a su incorporación al Palazzo Senatorio, son los imponentes restos del Tabularium, el archivo de Estado romano. La documentación epigráfica nos informa de que fue inaugurado en el año 78, año de la muerte de Sila, por el entonces cónsul Q. Lutacio Cátulo. Constaba de dos partes, el tabularium propiamente dicho, cuya entrada y fachada principal daba al Asylum del Capitolio, y un gran basamento que la inscripción llama substructio, adosado al talud rocoso de la colina por la vertiente que mira al Foro. Otra lápida hallada hace unos años en la Vía Prenestina da noticia del praefectus fabrum del cónsul antes citado, un arquitecto, de nombre L. Cornelius, a quien se puede considerar autor del proyecto. Era romano -dato muy a tener en cuenta- y probablemente natural de Ostia, pues estaba adscrito a la tribu Voturia.
Lo conservado formaba parte, pues, de la substructio, un basamento, de 73 metros de largo, de hiladas alternadas a soga y tizón. La toba del Anio y el peperino proporcionaron los sillares. Una puerta, taponada ya en la antigüedad por el podio del Templo de Vespasiano, daba acceso a una escalera conservada aún y que asciende por la angostura que queda entre el paredón y la roca de la ladera. En el entresuelo se hallan unas estancias iluminadas por estrechos ventanucos. Sobre este alto podio corría una galería de diez arcos, hoy en parte cegada, dividida en tramos, cada uno de ellos cubierto por una bóveda (muy restaurada) de rincón de claustro.
Desde los ventanales subsistentes se goza de una espléndida perspectiva del Foro. Sus arcos están flanqueados de columnas dóricas, del espigado galbo de época helenística, pero sin renunciar al éntasis ni a la disminución. Por encima de ella corría otra arquería, encuadrada en un orden corintio de cuyos capiteles hay restos visibles ante el pórtico de los Dii Consentes.
En la segunda de las inscripciones citadas líneas atrás, la filiación de L. Cornelio va seguida de su profesión: "Q. Catuli cos. paef(ectus) fabr(um)/ censoris architectus". La breve censura de Lutacio Catulo cayó en el 65 a. C., de modo que el arquitecto estuvo a su servicio quince años como mínimo. Siempre se ponderó mucho la obra del Tabularium, no en la antigüedad, sino en la Edad Moderna, a la que hay que agradecer la reapertura de los tres arcos adornados de las semicolumnas dóricas.
El arquitecto demostró, en efecto, su talento para concebir un edificio tan sólido y armónico, y hacer de él un magnífico telón de fondo para el escenario del Foro. Este segundo aspecto permite considerarlo un adelantado en el terreno de la urbanística, entonces en boga en las grandes ciudades y santuarios del oriente helenístico. Si no a él, a su misma escuela corresponden los santuarios en terrazas que por entonces también se construían para la Fortuna de Praeneste, el Hércules de Tibur y el Júpiter de Anxur.
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