DICTADURA Y MUERTE DE CÉSAR
Los Idus de Marzo
Dictador vitalicio (44 a. de J.C.), cónsul, censor, pontífice máximo, investido de los poderes de los tribunos, imperator, César era un verdadero monarca.
Pero supo utilizar su poder absoluto de manera beneficiosa y no sangrienta; perdonó a los vencidos, ofreciéndoles cargos y honores, tal como hizo con el sobrino de Catón -y tal vez hijo ilegítimo del propio César-, Bruto.
En quince meses inició una verdadera obra de reorganización. No olvidó sus simpatías por los pobres ni la ayuda que el partido popular le había prestado contra los patricios.
Ayudó a los endeudados, impidió el arresto personal, y estableció la moratoria en los pequeños alquileres. A los publicanos le fue suprimido el privilegio de la percepción de los impuestos de Asia y de Sicilia, sustituidos por el impuesto directo.
Determinadas leyes limitaron el lujo, mientras que las leyes agrarias, las distribuciones del trigo y la fundación de colonias sacaron de la miseria a miles de familias.
Los gobernadores de las provincias fueron controlados, y los más deshonestos expulsados. Todas las ciudades de Italia pudieron elegir sus magistrados; en Hispania y en la Galia muchos de sus habitantes recibieron el derecho de ciudadanía, y numerosos naturales de las provincias entraron en el Senado.
César no olvidó la política de fusión entre vencedores y vencidos iniciada por Alejandro.
Fue dispuesto un verdadero plan urbanístico para Roma: El ensanche de las murallas, la desviación del Tíber y las grandes obras de construcción cambiaron el aspecto de la Ciudad Eterna. También el calendario fue objeto de la atención de César, con el año de 365 días, bisiesto cada cuatro años.
Cada vez es más evidente que César aspiró a la monarquía. Preparó una gran expedición contra los partos, de los cuales dijo un oráculo que sólo podrían ser vencidos por un rey. Algunos manifestantes adiestrados lo aclamaron con el título de rey, y, durante la fiesta de las Lupercales, el tribuno Marco Antonio, lugarteniente de César, le ofreció por tres veces la corona que el dictador rechazó provocando las reacciones de la multitud.
Ligados a las tradiciones, indignados ante la perspectiva de un reino que iba a sustituir a la vieja República, unos agitadores dirigidos por Casio y por Bruto, fanático atormentado, que a pesar de los beneficios recibidos por César odiaba a éste como un hijo bastardo puede odiar a su padre, prepararon el asesinato: En pleno Senado, en los idus de marzo (día 15 de mes) del 44 a. de J.C., lo acribillaron a puñaladas.
Al reconocer a Bruto entre los agresores, César se cubrió el rostro con la toga, diciendo: ¡También tú, oh Bruto, hijo mío! César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, pero la idea monárquica no cayó con él.
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