CÉSAR Y EL PASO DEL RUBICÓN
César pasa el Rubicón: Farsalia
César, después de su victoria en la Galia, fue a establecerse en Rávena, en la Galia Cisalpina. Su misión había terminado; sus poderes proconsulares acabaron en el año 50 a. de J.C. Desde aquel momento el deseo de Pompeyo fue verlo volver a Roma sin ejército, sin cargos, como un simple particular: Entonces lo tendría en su poder.
Naturalmente, Cesar, fuertemente rodeado por su ejército, se abstuvo de favorecer el juego de Pompeyo. Hubo largas negociaciones, un ir y venir de mensajeros entre Roma y Rávena. La guerra civil parecía inevitable.
César no disponía más que de una legión (las demás vigilaban la Galia), mientras Pompeyo se jactaba de no tener sino que "dar una patada en la tierra para llenar Italia con su legiones".
César se decidió a marchar sobre Roma: Alea jacta est (la suerte está echada): En enero del año 49 a. de J.C., pasó el Rubicón, límite de la Galia Cisalpina, y después se apoderó de Roma, donde el pánico hizo presa en Pompeyo y en los senadores, que se refugiaron en Grecia.
César fue primero a Hispania para acabar con los núcleos partidarios de Pompeyo; a continuación tomó Marsella, que se había declarado pompeyana, y después desembarcó en Grecia en pleno invierno.
En agosto del año 48 a. de J.C., aniquiló a los pompeyanos en Farsalia (Tesalia). "Golpead a los aristócratas en el rostro", les habían dicho a sus soldados, sabiendo que los jóvenes nobles preferían huir antes que quedar desfigurados.
Pompeyo huyó a Egipto a pedir asilo al joven rey, hijo de Tolomeo Aulete.
Pensando en una recompensa, un jefe egipcio hizo asesinar a Pompeyo y los autores presentaron su cabeza a César, que había desembarcado en su persecución. Alejándose, César prorrumpió en llanto por la muerte de su adversario.
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