La conquista de las Galias
Toda la parte mediterránea de la Galia, la Narbonense, era provincia romana desde hacía sesenta años. Comprendía el actual Languedoc, la Provenza y el valle del Ródano hasta Viennes.
Marsella, fundada en el siglo VII a. de J.C. por los griegos focenses, había difundido el helenismo por toda la región, y la romanización había sido rápida: Narbona, Aix, Orange, eran otras tantas ciudades romanas.
Para conquistar aquel enorme territorio, César sólo disponía de seis legiones (apenas 30.000 hombres). En el año 58 a. de J.C., aniquiló a los helvecios en el Morvan, rechazando después a los germanos más allá del Rin, a Alsacia.
Hizo publicar en Roma los dos primeros libros de De bello gallico, lo que le valió quince días de fiestas religiosas.
Después atravesó el canal de la Mancha, desembarcando en las costas de la isla de Bretaña, la actual Gran Bretaña. Al año siguiente volvió allí, con fuerzas más abundantes, avanzando hasta el Támesis (54 a. de J.C.).
Vercingetórix había sido hasta entonces aliado de los romanos, habiendo servido seguramente en su ejército. Sin embargo, apelando al sentimiento nacional, apoyándose en la autoridad moral de los druidas, reunió un gran ejército y puso en práctica la táctica de quemar las tierras.
pérdidas.
Esta derrota de los romanos reforzó la unión de los rebeldes, a los cuales fueron a unirse los deudos, "amigos" de Roma. César tuvo que replegarse hasta el Saona. Su situación era dramática, pero Vercingetórix, demasiado confiado, atacó al ejército romano. Sus tropas fueron destrozadas y el jefe galo cometió un segundo error, dejándose sitiar en Alesia.
Pronto los sitiados carecieron de agua y de víveres. Vercingetórix, extenuado, salió personalmente de la ciudad para pedir clemencia (52 a. de J.C.). El infortunado galo fue conducido a Roma, donde fue encadenado al carro del vencedor. Arrojado en prisión, fue degollado diez años después.
El botín conseguido fue enorme. Sin embargo, a diferencia de España, el país fue romanizado rápidamente y los vencidos reconocieron la ley romana, adoptaron fácilmente una civilización que seducía a la aristocracia con la superioridad y el esplendor de sus ciudades.
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