Honorables cónsules, consulares, pretores, ex
pretores, ediles, ex ediles, tribunos de la plebe, ex tribunos de la plebe y
senadores, estoy aquí para informar lo que se ha hecho. Lamento no haber podido
hacer este informe antes, pero tuve que viajar ineludiblemente a la provincia
de África para instalar a Tito Estatilio Tauro como gobernador y para ver por
mí mismo el estado de confusión que el ex triunviro Lépido ha creado. Un
desaguisado considerable, consistente principalmente en la acumulación de un
sorprendente número de legiones que más tarde utilizó en un intento para tomar
el gobierno de Roma. Una situación que resolví, como ustedes saben. Pero nunca
más a ningún promagistrado de cualquier rango o imperio se le permitirá
reclutar, armar y entrenar legiones en su provincia o importar legiones a su
provincia sin el expreso consentimiento del Senado y el pueblo de Roma.
Muy bien, prosigamos. Mis legiones más antiguas, los
veteranos de Mutina y Filipos, serán licenciados y recibirán tierras en África
y en Sicilia, esta última todavía más desordenada que África, con una
desesperada necesidad de un buen gobierno, una adecuada agricultura y una
población próspera. Estos veteranos se acomodarán entre uno o dos centenares de
iugera de tierra, que deberán cultivar trigo alternado con legumbres cada
cuatro años. Los viejos latifundios de Sicilia serán subdivididos, salvo uno, dado
al imperator Marco Agripa. Él actuará como supervisor general de los
agricultores veteranos, y de esta manera los aliviará de la carga de vender la
cosecha, que él hará en su nombre y pagará justamente. Los representantes de
las legiones de estas tropas están satisfechos con mis arreglos, y ansiosos por
ser licenciados.
Su marcha dejará a Roma con veinticinco buenas
legiones, un número de hombres suficientes para enfrentarse con cualquier
guerra que Roma se vea obligada a afrontar. Muy pronto servirán en Illyricum,
que pretendo someter durante este año, al siguiente o quizá al posterior. Ya es
hora de que las gentes de la Galia Cisalpina oriental estén protegidas contra
las incursiones de los iapudes, los dálmatas y otras tribus de ilirias, Si mi
divino padre hubiese vivido, esto es lo que hubiese hecho. Así que ahora me
corresponde a mí, y lo haré en conjunción con Marco Agripa. Porque yo mismo no
puedo y no dejaré Roma aunque sea una cuestión de meses. El buen gobierno se
hace de primera mano, y la mía es la mano que el Senado y el pueblo de Roma han
honrado con la tarea de establecer un buen gobierno.
Hemos tenido alborotos y algaradas desde que Sexto
Pompeyo comenzó a interferir en el suministro de trigo. El tesoro estaba vacío,
la gente moría de hambre, los precios subieron hasta un punto en que nadie sin
medios podía vivir como todos los romanos deben vivir: con dignidad y un mínimo
de confort. Aquellos que no podían permitirse tener un esclavo se
multiplicaron. Los capite censi que no tenían el ingreso de la paga de un
soldado estaban en verdaderos apuros y había momentos en que ningún comercio de
Roma se atrevía a abrir. ¡No era culpa suya, senadores!. Era culpa nuestra, por
no habernos enfrentado a Sexto Pompeyo. No teníamos las flotas ni el dinero
para enfrentarnos a él, como todos ustedes bien saben. Tardamos cuatro años en
ahorrar para reunir los barcos que necesitábamos, pero el año pasado se hizo, y
Marco Agripa barrió a Sexto Pompeyo de los mares para siempre.
Me he ocupado de las tropas de tierra de Sexto Pompeyo
con la misma dureza que hice con sus marineros y remeros. Aquellos que eran
esclavos fueron devueltos a sus amos con la petición de que nunca fuesen liberados. Si
sus antiguos amos no pudieron ser encontrados porque Sexto Pompeyo los mató,
dichos esclavos fueron empalados. ¡Sí, un verdadero empalamiento!. Una estaca
metida a través del recto hasta los órganos vitales. Los libertos y extranjeros
fueron azotados y marcados en la frente. Los almirantes han sido ejecutados. El
ex triunviro Marco Lépido quería agruparlos en sus legiones, pero Roma no
necesita ni tolera a tal escoria. Han muerto o se enfrentan a una vida de
esclavitud, como es justo y correcto.
Los cónsules romanos, pretores, ediles, cuestores y
tribunos de los soldados tienen ciertos deberes que deben cumplir con celo y
eficiencia. Los cónsules redactan leyes y autorizan empresas. Los pretores
escuchan los pleitos civiles y criminales. Los cuestores tienen a su cargo el
dinero de Roma, ya esté en el tesoro o en las oficinas de algún gobernador,
puerto u otro. Los ediles atienden a la propia Roma al ocuparse del suministro
de agua, de las cloacas, de los mercados, de los edificios y de los templos.
Como triunviro a cargo de Roma e Italia, vigilaré atentamente a estos magistrados,
y espero que ellos sean buenos magistrados.
Aprecio la estatua dorada colocada en el foro que dice
que yo he restaurado el orden en mar y tierra, pero aprecio más el buen
gobierno. Tampoco es Roma todavía lo bastante rica para permitirse dedicar estatuas
de sus ingresos. Gastad con sabiduría, senadores.
En último lugar, pero no por ello menos importante,
senadores: ha llegado a mis oídos que el imperator Marco Antonio ha obtenido
grandes victorias en Oriente, que su frente está coronada con laureles y su
botín es inmenso. Entró en las tierras del rey parto hasta Fraaspa, a menos de
doscientas millas de Ecbatana, v en todas partes triunfó. Armenia y Media están
bajo su pie, y sus reyes son sus vasallos. Por lo tanto, votemos una gracia de
veinte días por sus valerosos actos. Todos los que estén de acuerdo que digan
sí.
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