Sus energías intelectuales y físicas eran asombrosas. Exceptuando
los años de sus calaveradas juveniles y las cortas vacaciones que se concedió,
Nilo arriba, con Cleopatra, su vida fue un laborioso ejercicio de tenacidad y
voluntad de superar barreras, compitiendo primero con sus adversarios,
después, en solitario, consigo mismo. Cuando lo comparamos con los políticos de nuestro
tiempo, siempre al borde del surmenage y apuntaladas sus
energías con drogas y complejos vitamínicos, sorprende la sobrehumana facilidad con que César compaginaba sin desmayo sus múltiples facetas de político, general, diplomático, propagandista, administrador y legislador. Y amante.
En medio del incesante ajetreo de una vida tan activa aún le quedó
tiempo de escribir. Los escritos de César están al servicio de sus fines
políticos. Sólo se conservan sus relatos de la guerra de las Galias y de la guerra
civil, inteligentemente presentados en tercera persona, como dos
reportajes periodísticos sorprendentemente modernos que podría firmar
cualquier corresponsal de guerra. Su estilo directo y llano fluye limpio de
los excesos barroquizantes que eran moda en su tiempo, y gana al lector,
inadvertidamente, para la causa de César. Lo más sorprendente es que estas obras,
aunque escritas con fines propagandísticos, sean literariamente excelentes como no
pueden dejar de reconocer los bachilleres españoles del antiguo plan, aquellos
que dedicamos muchas vigilias a traducirlas antes de la era de la televisión y
la litrona: Gallia est omnis divisa in partes tres…
No hay comentarios:
Publicar un comentario