Jamás cuidó de su
pudor ni del ajeno; y créese que amó con amor infame a M. Lépido, al payaso
Mnester y a algunos rehenes. Valerio Cátulo, hijo de un consular, llegaba a
gritar que lo había prostituido y que estaba extenuado por ello. Sin hablar de
sus incestos con sus hermanas, ni de su conocida pasión por la cortesana
Piralis, no respetó a ninguna mujer distinguida. Lo más frecuente era que las
invitase a comer con sus esposos, hacíalas pasar y repasar delante de él, las
examinaba con la minuciosa atención de un mercader de esclavas, y si alguna
bajaba la cabeza por pudor, se la levantaba con la mano. Enseguida llevaba a la
que le agradaba más a una habitación inmediata, y volviendo después a la sala
del festín, con las recientes señales del deleite, elogiaba o criticaba en alta
voz lo que había encontrado agradable o defectuoso en la persona de cada una y
en sus relaciones con él.
( Suetonio )
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