Allí,
en Ostia, la reina se quedó a bordo de su buque insignia hasta que todos sus enseres
se hubieron desembarcado y llegó la noticia de que su palacio estaba a punto.
Mientras tanto, acribillaba a César con cartas, y cada día se plantaba junto a
la borda esperando verle aparecer. En su lacónica nota, César sólo le había
dicho que estaba ocupado en la redacción de una lex agraria, fuera lo que fuera,
y no tenía tiempo para visitarla. ¿Por qué sus comunicados eran siempre tan poco
afectuosos? Le hablaba como si ella fuera un gobernante suplicante cualquiera,
una molestia para quien encontraría tiempo sólo cuando pudiera. ¡Pero ella no
era un gobernante cualquiera, ni una suplicante! Era la faraona, su esposa, la
madre de su hijo, la hija de Amón-Ra.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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