No era nada extraño que Octavia,
todavía adolescente, se casara con Marco Antonio, un hombre ya en la flor de la
madurez. En Roma, por lo menos la mitad de las casaderas matrimoniaban con hombres
que pueden ser sus padres.
Y no es que se considerara algo
extraño o repugnante, porque en lo que atañe a una chica joven, se consideraba
que era preferible, y con mucho casarse con un hombre mayor.
Incluso las jóvenes estaban
mentalizadas en que los hombres más viejos saben ser más considerados y
razonables, y sabían que los peores amantes que habían tenido eran todos
menores de veinticinco años. Comprobaban que los jóvenes se creían que lo saben
todo, y en realidad no saben nada. Cuando intervenían en los juegos sexuales se
sentían como si les embistiera un toro, y se acabó cuando apenas ha empezado.
Pero con un hombre mayor se sentían más cómodas. Y en ese sentido se las
preparaba en saber ver la parte positiva que representaba lo de casarse con un
hombre mayor.
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