Más del noventa por ciento de la población del Imperio era
pobre y vivía en el campo, obligada a ganarse con esfuerzo una vida precaria.
Tito Livio en "Historia de Roma desde su fundación",
cuenta el caso de un centurión que en el siglo II a. C. heredó una cabaña y un
iugerum de tierra (alrededor de dos mil quinientos metros cuadrados), donde su
mujer y él criaron a ocho hijos.
Los análisis forenses de los esqueletos procedentes de todos
los rincones del Imperio demuestra que en todas las épocas fueron endémicas las
enfermedades relacionadas con la malnutrición.
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