El castigo del parricidio, según la costumbre de los
antepasados, es el siguiente: el reo es golpeado con varas del color de la
sangre, y luego se le mete en un saco con un perro, un gallo, una víbora y un
mono; se cose el saco y es arrojado en alta mar, si el mar está cerca; si no,
sea echado a las fieras, según la ley aprobada por el divino Adriano.
( Justiniano en "Digesto")
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