sábado, 23 de marzo de 2019

CAVILACIONES DE AURELIA COTTA SOBRE SU JOVEN HIJO, EL FLAMEN DIALIS CAYO JULIO CÉSAR



Una persona excelente; obra mía y de nadie más. Aunque tiene muchas buenas cualidades, dista mucho de ser perfecto. No es tan simpático, tolerante o afectuoso como su padre, a pesar de que se parece a él. Y a mí también. Y es extraordinario en muy diversas cosas. Acude a donde haga falta en el edificio, y es capaz de arreglar lo que sea: tuberías, tejas, escayolas, persianas, desagües, pinturas, madera... ¡Y hay que ver cómo ha mejorado los frenos y cabrias del viejo inventor!. Sabe escribir en hebreo y en medo y habla doce lenguas, gracias a la fantástica diversidad de inquilinos. Ya de niño era famoso en el campo de Marte, como me jura Lucio Decumio. Nada, monta a caballo y corre como el viento. Y escribe poemas como los de Ennio y obras de teatro tan buenas como las de Plauto; aunque, como madre suya, no debería decirlo. Y, según me dice Marco Antonio Cnifo, no tiene rival en las clases de retórica. ¿Cómo lo dice Cnifo?. Ah, sí, que mi hijo puede conmover a las piedras y enfurecer a las montañas. Sabe de leyes y puede leer cualquier cosa de corrido por abstrusa que sea la escritura. Y no hay nadie en Roma capaz de eso; ni el prodigioso Marco Tulio Cicerón. ¡Y hay que ver cómo le persiguen las mujeres!. Por todo el Subura. El cree que no lo sé y que pienso que es casto y aguarda a casarse. Bueno, mejor así. Los hombres son seres extraños en lo que respecta a esa parte que denota su virilidad. Pero no es que mi hijo sea perfecto, sino que es un superdotado. Tiene un carácter extraño, aunque lo oculte; y en muchos aspectos es egoísta y poco sensible a los sentimientos y necesidades de los demás. En cuanto a su obsesión por la limpieza, me complace mucho, pero no la ha heredado de mí; se niega a mirar a una mujer si no acaba de salir del baño, y creo que hasta debe examinarlas de pies a cabeza y entre los dedos de los pies. ¡En el Subura!. De todos modos, como tantas le desean, la higiene ha aumentado entre la población femenina desde que cumplió los catorce años. ¡Qué animalito precoz!.  Yo solía pensar que mi esposo recurría durante sus largas ausencias a las mujeres de los sitios por donde andaba, pero él me confesó que jamás lo hacía y que esperaba a regresar a casa; y no había cosa que más detestara en él, porque me cargaba con un sentimiento de culpabilidad. Mi hijo no hará eso con su esposa; espero que ella aprecie esa suerte.





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