ATALO I DE PÉRGAMO |
Atalo I (en griego antiguo Ἄτταλος) Sóter (griego: Salvador; 269 a.
C.-197 a. C.), reinó sobre la polis griega de Pérgamo, situada en la actual
Turquía, entre los años 241 a. C. y 197 a. C. Era primo segundo (o
sobrino-nieto) del rey Eumenes I, que lo adoptó como su heredero. Fue el
primer integrante de la dinastía atálida que asumió el título de rey en 238 a.
C.3 Era hijo de Atalo y su esposa Antióquida, princesa de Siria.
Atalo obtuvo una importante victoria sobre los
gálatas, una tribu celta que había llegado algunos años antes a Tracia, y que,
durante más de una generación, había estado saqueando e imponiendo tributos en
gran parte de Asia Menor sin apenas oposición. Para conmemorar esta gran
victoria se erigió en Pérgamo un gran monumento, famoso por su escultura
central, conocida como El Gálata moribundo, y también porque representaba el
fin de la amenaza que suponían los gálatas. Tras la victoria, Atalo adoptó el
sobrenombre de Sóter, y el título de rey.
Valiente y capaz general, se convirtió en uno de los
más fieles aliados de Roma, desempeñando un papel fundamental en la primera y
segunda guerra macedónica contra el rey macedonio, Filipo V. Durante la guerra
dirigió numerosas operaciones navales y entorpeció los movimientos de la armada
macedonia a lo largo de todo el mar Egeo, ganando con ello grandes honores,
saqueando posiciones, y conquistando para su reino la isla griega de Egina,
durante la primera guerra macedónica, y la isla de Andros en la Segunda. Su
vida corrió peligro durante los dos conflictos ya que estuvo a punto de ser
capturado en dos ocasiones por Filipo.
FILIPO V DE MACEDONIA |
Murió en 197 a. C., a la edad de 72 años, mientras
presidía en Beocia una cumbre de los líderes etolios poco antes de que
finalizara la segunda de las guerras macedónicas. La causa del fallecimiento
pudo haber sido un derrame cerebral. Durante su vida disfrutó de una vida
doméstica feliz, junto a su esposa y sus cuatro hijos. Le sucedió en el trono
su hijo Eumenes II.
EUMENES II DE PÉRGAMO |
Poco se conoce acerca de la infancia y juventud de
Atalo I, aunque se sabe que era hijo de Atalo y una princesa de la casa
seléucida llamada Antióquida.
El padre del futuro monarca oriental era hijo de
Atalo, hermano de Filetero, fundador de la dinastía atálida y de Eumenes, padre
de Eumenes I, predecesor en el trono de Atalo. Se le menciona junto con sus
hermanos como hombre muy querido en Delfos. Ganó gran fama como conductor de
carros y al vencer en Olimpia fue recompensado con un monumento en su honor en
Pérgamo. Su padre murió cuando Atalo era un aún un niño, antes de 241 a. C. y
el joven Atalo fue adoptado por Eumenes I.
La madre de Atalo, llamada Antióquida, estaba
probablemente relacionada con la familia real seléucida (posiblemente es nieta
de Seleuco I Nicátor). El matrimonio de Atalo y Antióquida fue organizado por
Filetero con el objetivo de consolidar su poder en Asia Menor. Esta teoría se
basa en el hecho de que el abuelo de Atalo, Filetero, designó al padre del
futuro monarca como su heredero, aunque fue sucedido por Eumenes ya que, a la
muerte de Filetero, Atalo era muy joven para gobernar.
MONEDA DE ATALO I DE PÉRGAMO |
Según Pausanias, «el mayor de sus logros» fue la
victoria sobre los galos (Γαλάται).
Pausanias se refiere a los gálatas, tribus celtas estacionadas en Tracia, que
se asentaron finalmente en Galacia, región situada en Asia Menor. Los antiguos
griegos y romanos los llamaban galos, asociándolos con los habitantes de los
que hoy es Francia, Suiza y el norte de Italia. Desde el ascenso al trono de
Filetero, el tío de Eumenes I, este pueblo había supuesto un gran inconveniente
para el Reino de Pérgamo. Las tribus gálatas habían amenazado a los pueblos
situados en Asia Menor, obligándoles a pagar un tributo de protección. Eumenes
I había accedido a pagar una determinada cantidad de dinero con el objetivo de
proteger su reino del ataque gálata.
Sin embargo, al acceder al trono, Atalo se
negó a continuar con la tradición, siendo el primer gobernante en atreverse a
hacerlo. A consecuencia de ello, los gálatas determinaron atacar Pérgamo. El
ejército de Pérgamo y las fuerzas gálatas se enfrentaron en las inmediaciones
del nacimiento del río Caico. Una inscripción situada en la Acrópolis de
Pérgamo reza: «El rey Atalo ofrece a Atenea su victoria contra los gálatas
tolistoagios en la batalla». ganando una batalla decisiva. Tras la gran
victoria Atalo decidió seguir el ejemplo de Antíoco I Sóter y adoptó el
sobrenombre de Sóter, que significa en griego Salvador y recibió el título de
rey. Esta victoria concedió a Atalo una fama legendaria. Surgió una historia,
rescatada por Pausanias que en tiempos pretéritos había predicho lo sucedido:
Tras haber cruzado el estrecho del Helesponto,
El devastador anfitrión galo, avanzó sin control
Causó estragos en Asia, y les hizo mucho mal
A los que habitan a la orilla del mar
Por un corto tiempo. Pero pronto, el hijo de Cronos
Deberá elevar un salvador, el querido hijo de un toro
criado por Zeus
¿Quién de todos los galos señalará el día de la
destrucción?
Según Pausanias, el «hijo de toro», el «de cuernos de
toro», se refiere a Atalo, ya que el rey de Pérgamo tenía una complexión
bovina. En la acrópolis de Pérgamo se erigió en conmemoración de la victoria
un triunfal monumento que incluía una famosa escultura llamada Gálata
moribundo.
Varios años tras la primera victoria sobre los
gálatas, Pérgamo fue nuevamente atacado por esta belicosa tribu de Asia Menor,
junto con su aliado Antíoco Hierax, el hermano menor de Seleuco II Calinico, y
el monarca seléucida en Asia Menor, desde su capital en Sardes. Atalo derrotó a
los gálatas y a Antíoco en la batalla del Harpasus y de nuevo en una segunda
batalla en el Este. El monarca de Pérgamo combatió en posteriores batallas
contra Antíoco en solitario: en Frigia, donde tal vez Antíoco buscaba refugio
junto a su padrastro Cielas, rey de Bitinia; en las inmediaciones de Sardes en
la primavera de 228 a. C. y finalmente en una campaña en Caria.
Como resultado de esa victoria, Atalo obtuvo el
control sobre todos los territorios del Imperio seléucida al norte de los
montes Tauro. Atalo mantuvo el control sobre esta zona a pesar de los intentos
de Seleuco III Cerauno, el hijo mayor y sucesor de Seleuco II. La contienda
culminó con un enfrentamiento al pie de los Tauro, batalla en la que venció
Seleuco, aunque cayó asesinado víctima de una traición en 223 a. C.
Aqueo, que había acompañado durante su campaña a
Seleuco III asumió el control del ejército. Se le ofreció el reinado, aunque lo
rechazó en favor del hermano menor de Seleuco III, Antíoco III Megas, apodado
El Grande, que hizo a Aqueo gobernador de la zona al norte de Tauro. En un
plazo de dos años, Aqueo recuperó todos los territorios que había perdido el
Imperio seléucida y confinó a Atalo dentro de las murallas de Pérgamo.
Tras un breve periodo de paz, en el año 218 a. C.,
Atalo, junto con algunos aliados gálatas volvió a recuperar los territorios,
aprovechando que Aqueo estaba ausente al mando de una expedición al sur de los
Tauro, en Pisidia. A su vuelta en 217 a. C., Aqueo reanudó las hostilidades
contra Atalo.
Antíoco, en virtud del tratado de amistad con Atalo,
cruzó los Tauro en 216 a. C. y atacó a Aqueo sitiando Sardes. En 214 a. C.,
durante el segundo año de sitio fue capaz de tomar la ciudad. Aunque la ciudad
era leal a Aqueo, el general fue capturado y se le condenó a muerte. En 213 a.
C., Antíoco había recuperado el control de todos sus territorios en las
provincias asiáticos.
Frustradas sus ambiciones en el Este, Atalo dirigió su
atención en el Oeste. Probablemente a causa de la creciente preocupación que
estaba despertando el joven y ambicioso monarca macedonio Filipo V, Atalo
resolvió firmar una alianza con los enemigos de Filipo de la Liga Etolia, una
unión de estados helénicos en la Grecia Central que se habían opuesto a las
ambiciones expansionistas del monarca macedonio.
Filipo firmó una alianza con el general cartaginés
Aníbal en 215 a. C., lo que causó una gran preocupación en Roma, que estaba
perdiendo en esos momentos la segunda guerra púnica. En 211 a. C. Roma y la
Liga Etolia firmaron un tratado en el que estas dos potencias y algunos aliados
de ambos bandos, entre ellos Atalo, se unieron en una coalición que tenía como
objetivo enfrentarse a Filipo. Atalo fue elegido como uno de los dos strategos
(generales) de la Liga, y en 210 a. C. comandó a sus tropas en la captura de
la isla de Egina, isla que adoptó como su base de operaciones en Grecia.
Durante la primavera del año siguiente, en 209 a. C.,
Filipo marchó hacia el sur de Grecia. Bajo el mando del colega strategos de
Atalo, llamado Firrias, los aliados etolios perdieron dos batallas en Lamia.
Atalo en persona marchó a Grecia en julio21 y se unió en su base de Egina al
procónsul romano Publio Sulpicio Galba Máximo que estaba acampado allí con su
ejército. Durante el verano de 208 a. C. una armada compuesta por 35 barcos de
Pérgamo y 25 barcos romanos fracasaron en su intento de tomar Lemnos, aunque
tuvieron éxito a la hora de tomar la isla de Skópelos.
Atalo y Sulpicio asistieron a una reunión de los
líderes antimacedonios en Heraclea de Traquinia, en la que se manifestaron en
contra de llegar a un acuerdo de paz con Filipo. Cuando se reanudaron las
hostilidades el monarca saqueó Óreo, en la costa de Eubea y Opunte, la capital
de la comarca oriental de Lócrida.
El botín procedente del saqueo de Óreo fue reservado
para el procónsul Sulpicio, que regresó a la ciudad mientras Atalo permaneció
saqueando la ciudad de Opunte. Con las fuerzas enemigas divididas, Filipo atacó
a Atalo por sorpresa y el monarca apenas pudo escapar.
Atalo fue entonces obligado a regresar a Asia, ya que
había recibido noticias de que Prusias I, monarca de Bitinia, que se había
aliado con Filipo mediante un matrimonio, estaba movilizando a su ejército para
marchar contra Pérgamo. Poco después los romanos abandonaron Grecia para hacer
frente a Aníbal. Su objetivo de impedir a Filipo de que prestara apoyo al
general cartaginés había sido logrado.
En 206 a. C. la Liga Etolia aceptó la paz a pesar de
las duras condiciones impuestas por Filipo. Se elaboró un tratado en la ciudad
de Fénice, tratado que pasaría a llamarse la Paz de Fénice (205 a. C.) y que
terminaba formalmente con la primera guerra macedónica. La Paz de Fénice
también puso fin a la guerra contra Prusias. Atalo pudo conservar sus
posesiones en Egina.
El tratado firmado en Fénice había frustrado las
ambiciones del Filipo de expansionarse hacia el este y por tanto el monarca
macedonio dirigió su atención hacia el mar Egeo y Asia Menor. En la primavera
de 201 a. C. Filipo tomó Samos y la flota egipcia que allí se hallaba estacionada.
A continuación inició el asedio de Quíos.
Estas acciones provocaron a Atalo y a sus aliados de
Rodas, Bizancio y Cícico que no dudaron en entrar en la guerra. Tuvo lugar una
gran batalla naval en el estrecho entre el continente y Quíos, justo al suroeste
de Eritras. Según Polibio, por el lado macedonio participaron cincuenta y tres
barcos de guerra con cubierta y más de ciento cincuenta pequeñas naves,
mientras que por el lado de la coalición anti-macedonia participaron sesenta y
cinco naves de guerra cubiertas, aunque un menor número de pequeñas
embarcaciones. Durante la batalla, Atalo fue aislado de su flota y tuvo que
huir de la enfebrecida persecución de Filipo, siendo obligado a desembarcar de
sus barcos el tesoro real con el objetivo de que sus enemigos desviaran su
atención de la persecución y se entregaran al pillaje.
Durante el año 201 a. C., Filipo inició la invasión
de Pérgamo, y aunque no pudo tomar la fuertemente defendida ciudad, gracias a
las disposiciones tomadas por Atalo antes de la llegada de Filipo, ordenó la
demolición de los templos y altares que estaban situados en el exterior del
recinto fortificado. Mientras estaba bajo asedio, Atalo y sus aliados de Rodas
enviaron una airada delegación a Roma para denunciar las agresiones de Filipo.
En 200 a. C., Atalo llevó al ejército de Pérgamo a un
nuevo conflicto, conocido como segunda guerra macedónica. Acarnania y el
ejército macedonio invadieron el Ática, causando que Atenas, que se había
mantenido neutral en los conflictos de sus vecinos, se viera obligada a pedir
ayuda a los enemigos del rey macedonio. Atalo que estaba estacionado en Egina
a la cabeza de una flota recibió una embajada ateniense que le pedía que fuera
a la ciudad. El monarca de Pérgamo recibió noticias de que se hallaba una
delegación romana en Atenas y decidió partir hacia allí de inmediato. Polibio
describe así el extraordinario recibimiento del grupo:
[...] En compañía de los romanos y de los magistrados
de Atenas, inició su marcha a la ciudad. El monarca iba acompañado, no sólo por
todos los magistrados y los caballeros, sino por todos los ciudadanos con sus
hijos y esposas. Y cuando los dos grupos se reunieron, la calidez de la
bienvenida dada por la población a los romanos, y aún más a Atalo, no podría
haber sido superada. A su entrada a la ciudad por la puerta Dipylon los sacerdotes
y sacerdotisas de la ciudad llenaban las calles por ambos lados: se abrieron
todos los templos; se prepararon víctimas en todos los altares, y el rey se
ofreció para realizar los sacrificios pertinentes. Finalmente le dotaron de tan
grandes honores como nunca antes se había hecho con ninguno de sus antiguos
benefactores: los atenienses dieron a una de sus tribus el nombre del monarca
pergamense y lo proclamaron como un héroe.
El entonces cónsul Sulpicio Galba, convenció al
Senado para que declarara la guerra a Filipo y pidió Atalo que combinaran sus
flotas, formando de ese modo, una potente armada capaz de realizar una campaña
naval destinada a acosar a las posiciones macedonias a lo largo del mar Egeo. Durante
la primavera de 199 a. C., la fuerza combinada romana-pergamense tomó Andros,
una de las Islas Cícladas. El botín resultante del saqueo fue a parar al Erario
de la República romana, mientras que la isla se incorporó al territorio de
Pérgamo. Desde Andros navegaron hacia el sur e intentaron sin éxito tomar
Citnos, otra de las Islas Cícladas. La armada regresó al norte, saqueando el
territorio de Scíathos, situado en la costa de Magnesia y tomando las
provisiones necesarias. De allí siguieron hasta llegar a Mende, donde la flota
fue azotada por una fuerte tormenta. Fueron rechazados en Casandrea sufriendo
graves pérdidas y siguieron navegando hacia el Noreste hasta llegar a Acanto,
donde volvieron a ser rechazados. Tras la campaña, la flota regresó a Eubea con
sus naves cargadas de botín.
A su regreso, Atalo y el comandante romano viajaron a
Heraclea de Traquinia donde se reunieron con una delegación de la Liga Etolia,
que pidió, amparándose en los términos de su tratado de alianza, una fuerza al
rey pergamense integrada por un millar de soldados. Atalo se negó y replicó a
la petición de los etolios alegando que ellos mismos no habían cumplido el
tratado al no enviar soldados a Pérgamo cuando el rey macedonio la atacó hace
dos años.
Las operaciones militares se reanudaron y Atalo y Galba atacaron de
nuevo, fracasando en la toma de Óreo. Tras la derrota salieron a la cabeza de
una fuerza, atacando en línea recta el territorio de Tesalia. Esta fuerza
intentó tomar de nuevo Oreo, esta vez con éxito, quedándose los romanos con los
prisioneros y Atalo con la ciudad. La campaña de ese año había finalizado y
Atalo, tras asistir a los Misterios eleusinos, regresó a Pérgamo donde
permaneció durante los dos siguientes años.
En la primavera de 198 a. C., Atalo regresó a Grecia
con veintitrés quinquerremes y se unió a una fuerza de veinte barcos rodios,
finalizando la conquista de Eubea que había comenzado el año anterior. Pronto
se sumaron a la campaña los romanos y la flota combinada, tomó las posiciones
de Eretria y después Caristo. Tras estas conquistas, los aliados controlaban
toda Eubea a excepción de Calcis. Tras un infructuoso intento de tomar
Corinto, los romanos se dirigieron a Corcira, mientras Atalo navegaba por El
Pireo.
A principios de 197 a. C., el cónsul romano del año,
Tito Quincio Flaminino, convocó a Atalo a un consejo de líderes anti-macedonios
en Tebas, donde se discutió qué parte de Beocia participaría en la guerra.
Atalo fue el primero en parlamentar en el consejo, pero mientras hablaba se
derrumbó, con la mitad de su cuerpo paralizado. El monarca murió poco después
de caerse, tras recibir las noticias de la decisiva victoria romana en la
batalla de Cinoscéfalos, batalla que finalizaba la segunda guerra macedónica.
Atalo se casó con una mujer llamada Apolónide que
procedía de Cícico. La pareja tuvo cuatro hijos, Eumenes, Atalo, Filetero y
Ateneo (en memoria del padre de Apollonis). Polibio describe de la siguiente
manera a la mujer del monarca pergamense:
[...] Es una mujer que merece ser recordada con honor
por muchas razones. Hay que decir en su favor que a pesar de que procediera de
una familia excluida de los círculos reales, al convertirse en reina, no cayó
en fútiles fascinaciones por su nuevo rango y mantuvo una gran integridad y
virtud en su vida privada y en la vida pública hasta el final de sus días. Ella
fue la madre de cuatro hijos a los que otorgó las mayores muestras de afecto y
amor maternal hasta su muerte.
También ha sido registrado por ciertas fuentes
antiguas, el amor filial que existía en la familia de Atalo. Un decreto de
Antíoco IV Epífanes dice así:
[...] El rey Atalo y la reina Apolónide fueron
ejemplo de virtud y bondad, cualidades que a través de una sabia educación
transmitieron a sus hijos.
Existe en Pérgamo una representación de Apolónide que
dice así:
[...] La reina siempre alabó y dio gracias a los
dioses, no sólo por la riqueza o el poder del reino, sino también por haber
visto crecer sanos y fuertes a sus hijos, que protegían con su férreo cariño
filial al mayor, por lo que la reina gobernó sin temor a que tras la muerte de
su marido Atalo se iniciara una disputa por el poder entre sus vástagos.
Al describir la vida de Atalo, Polibio dice lo
siguiente sobre la reina:
[...] Y lo que es más notable de todo es que dejó tan
bien resuelta la sucesión entre los hijos de Atalo, que a la muerte del monarca
no hubo ningún problema.
Atalo murió en el año 197 a. C. a la edad de 72 años.
Le sucedió Eumenes II, sin ningún problema como antes se ha reseñado .
En 205 a. C., tras firmar la Paz de Fénice, Roma
acudió a Atalo dada su condición de único aliado en Asia con motivo de un
asunto religioso. Un número inusual de lluvias de meteoritos había causado gran
preocupación en la capital republicana y había hecho que se consultaran los
Oráculos sibilinos, en los que se descubrieron unos versos que decían que un
enemigo extranjero acudiría a batallar a Italia, y que solo sería derrotado si
la Idaea Magna, la Diosa Madre, asociada con el Monte Ida, localizado en
Frigia, se trajera desde Pesino a la capital republicana. El senador Marco
Valerio Levino partió de la ciudad liderando una selecta delegación que se
dirigió a Pérgamo en busca de la ayuda de Atalo. Según Tito Livio el monarca
pergamense recibió la delegación con los brazos abiertos y los guio hasta
Pesino, donde les hizo entrega de la que los nativos de Frigia consideraban la
«Madre de los Dioses». Cuando la delegación regresó a Roma, el nombre de la
diosa se latinizó pasando a llamarse la Magna Mater.
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