lunes, 28 de julio de 2014

LUCIO CORNELIO SILA CONTRA CAYO MARIO




La paz interior era tanto más urgente cuanto que un enemigo amenazaba a Roma en Asia: El rey del Ponto, Mitrídates, coloso medio bárbaro y medio griego, que soñaba con dominar Oriente y Grecia.

Provisto de una gran flota y de un ejército impresionante, exterminó a los romanos de la provincia de Asia, invadió Grecia y ocupó Atenas (88 a. de J.C.).



El senado nombró jefe del ejército al aristócrata Sila. Lucio Cornelio Sila, procedente de una familia arruinada, era un hombre extraño, unas veces arrogante, otras veces servil, capaz de los peores excesos, cruel y vengativo.

Un griego lleno de ironía, dijo de él que se parecía a "una mora pasada por harina", con una tez roja llena de lunares blancos. De sus ojos azules emanaba una luz irresistible; era, además, culto y amante de las artes, revelándose también como un notable jefe militar: Frío, astuto, sumamente valiente y con un gran ascendiente sobre sus hombre.



Pero la agitación continuaba en Roma, donde la guerra civil había provocado la miseria y el alza de los precios. El partido popular alentó una serie de motines y, volviéndose de nuevo a Mario hizo que, mediante un plebiscito, dirigiera la guerra de Oriente.

Sila, que concentraba ya sus legiones en Campania, marchó sobre Roma, franqueó la muralla sagrada y derrotó a los agitadores entre grandes incendios. Mario huyó a Africa (88 a. de J.C.).



Entonces Sila pudo embarcarse, después de haber demostrado cómo se podía asegurar el poder con la ayuda de soldados leales.

Sometió a Grecia, donde fueron confiscadas numerosas obras de arte para enviarlas a Roma, y después se dirigió a Asia. Mitrídates tuvo que negociar, renunciando a Grecia pero conservando su reino (85 a. de J.C.).



¿Por qué se conformó Sila con una victoria incompleta? El hecho es que, en su ausencia, Mario había dado la vuelta a la situación, apoderándose nuevamente de Roma.

Unido al cónsul Cinna, futuro suegro de Julio César, ordenó terribles matanzas, entregando a sus enemigos a los verdugos con un simple gesto. Pero en el año 86 a. de J.C., Mario murió, dejando Italia a Cinna y a su hijo adoptivo.



Sila volvió con sus tropas (83 a. de J.C.) y en un año luchó contra el partido popular y contra los samnitas que todavía no estaban definitivamente sometidos desde la guerra social. En el año 82 a. de J.C., era el dueño de Roma, arrogándose la dictadura.

Se reanudaron de nuevo las matanzas, esta vez contra los demócratas. Los nombres de las víctimas fueron escritos en las listas de proscritos, cuyos bienes, confiscados, sirvieron para recompensar a los soldados, a los partidarios, y los delatores.



De esta forma, Sila distribuyó 120.000 parcelas de tierra. Se ha dicho repetidamente que el dictador había querido restablecer el antiguo régimen aristocrático, devolviendo toda su importancia al Senado y abatiendo a sus adversarios.

De hecho, lo que le preocupaba sobre todo era su poder absoluto. El Senado fue elevado a 600 miembros, 300 de los cuales eran "hombre nuevos" absolutamente afectos a Sila.

Los caballeros perdieron sus cargos judiciales y la percepción de los impuestos de Asia. Los tribunos de la plebe no tenían ya el derecho de veto ni el de proponer leyes.

La censura fue suprimida, así como las distribuciones gratuitas de trigo. Acuñando monedas con su nombre, adoptando el título religioso de Felix (feliz), organizando juegos circenses y adulando al pueblo, Sila se comportó como un monarca oriental. Pero, por razones poco conocidas, se retiró a la vida privada en el año 79 a. de J.C., y murió al año siguiente en Cuma



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