( En la foto, los hermanos Graco ) |
Tiberio Graco
Elegido tribuno en 133 a. de J.C., un joven noble, Tiberio Graco, nieto por parte de madre de Escipión el Africano, quiso abrir una era de reformas.
El ager publicus, es decir, las tierras vueltas al dominio público después de ser confiscadas por el Estado romano conquistador, había sido ocupado, en contra de la ley, por grandes propietarios.
De esta forma se reconstruiría una clase de pequeños propietarios, elemento seguro de estabilidad. Orador apasionado (hablaba de "aquellos que se llaman dueños del mundo y no poseen ni un terruño"), Tiberio hizo que la ley fuera aprobada.
Los nobles lo acusaron de aspirar a la soberanía y, provocando un motín, lo mataron en el Capitolio. La ley no fue abolida, pero sus efectos quedaron muy limitados.
Diez años después, en el 123 a. de J.C., el hermano mayor de Tiberio, Cayo Graco, elegido a su vez tribuno, se propuso hacer triunfar la reforma. Aleccionado por la trágica experiencia de su hermano, quiso reforzar su posición y ampliar las alianzas:
- Suprimió a los senadores el derecho a tomar asiento en los tribunales encargados de juzgar asuntos de corrupción y delitos públicos, sustituyéndolos por representantes de la clase ecuestre.
- Enfrentando a las dos clases de ricos, las debilitó. Mediante la ley frumentaria, concedió a la plebe una cuota mensual de trigo a precio mínimo.
- Por último, volvió a proponer enérgicamente la división y la distribución de las tierras comunales usurpadas; nuevas colonias agrícolas iban a surgir en Italia y en las provincias.
Cayo quería también -y el futuro le dio la razón- extender el derecho de ciudadanía (la igualdad de derechos) a todos los latinos e incluso a los itálicos; pero, prudentemente, se limitó a los latinos.
Sus enemigos, teniendo el camino libre, lo acusaron de haber violado la interdicción que declaraba maldita esta tierra, y no fue reelegido tribuno. Cayo Graco defendió su obra, pero el Senado provocó un motín contra él.
La reforma agraria fue progresivamente desmantelada. Sólo los caballeros conservaron los privilegios obtenidos. La violencia, el asesinato y la ilegalidad hicieron su entrada en la política romana.
Gracias a los desórdenes que continuaron enfrentando a los ricos contra los pobres, algunos ambiciosos, apoyándose en las fuerzas armadas, sintieron que su hora había llegado.
LOS HERMANOS CAYO Y TIBERIO GRACO, DE NIÑOS |
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