Por supuesto, los romanos, aun
bajo una república, debían tener a alguien que los gobernase. Para evitar que
este gobernante tuviese demasiado poder (no más Tarquinos, habían decidido los
romanos), fue elegido por un año solamente y no podía ser reelegido de inmediato.
Además, para asegurarse doblemente, fueron elegidos dos gobernantes, y no sería
válida ninguna decisión que no fuese tomada por ambos de común acuerdo. De este
modo, aunque uno de los gobernantes anuales hiciese algún intento para aumentar
su poder, el otro, por celos naturales, le haría frente. Y ambos, en ciertos
aspectos importantes, tenían que inclinarse ante el Senado.
Este sistema funcionó bien
durante varios siglos.
Al principio, estos gobernantes
electos fueron llamados pretores, voz proveniente de palabras que significaban
«ir a la cabeza». Más tarde, el hecho de que fueran dos pareció lo más
importante del cargo y fueron llamados cónsules, que significa «asociados». En
otras palabras, debían «consultarse» uno al otro y llegar a un acuerdo antes de
emprender una acción.
Es por este nombre de
«cónsules» por el que mejor conocemos a estos gobernantes. Luego fueron
llamados pretores otros magistrados secundarios que servían bajo las órdenes de
los cónsules.
Los cónsules estaban al frente
de las fuerzas armadas de Roma y su misión particular era dirigir esos
ejércitos en la guerra. Dentro de la ciudad, una clase inferior de magistrados,
los cuestores, también elegidos de a dos y por el término de un año, actuaban
como jueces y supervisaban los juicios penales. (La palabra «cuestor» significa
«indagar por qué».) En años posteriores, su función cambió y actuaron como
funcionarios financieros a cargo del tesoro público.
( Isaac Asimov )
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