En 29 (782 A. U. C.), quizá,
Jesús fue llevado a juicio ante Poncio Pilato, el sexto procurador que
gobernó Judea desde la deposición de Arquelao. Había sido nombrado para ese
cargo tres años antes.
Según el relato bíblico, se mostró renuente a condenar a
Jesús y sólo lo hizo bajo la presión de las autoridades religiosas judías,
quienes pensaban que liberar a Jesús provocaría una rebelión nacionalista,
seguida inevitablemente por una represión romana.
Se dice en la Biblia que el Sumo Sacerdote Caifás afirmó: «Es
conveniente para nosotros que un hombre muera por el pueblo, y que no perezca
toda la nación».
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