Sus
vidas son tan encerradas, tan centradas en torno al hogar. Sus hijos, su hogar
y sus hombres, por ese orden. Así es su naturaleza. Y nada es más cruel para
ellas que sobrevivir a sus hijos. Esa parte de mi vida está cerrada para
siempre. No volveré a abrir esa puerta. No me queda nadie que me quiera como
una mujer ama a su hijo o a su padre, y mi pobre y pequeña esposa es una
desconocida que ama más a sus gatos que a mí. ¿Por qué no iba a ser así? Ellos
le han hecho compañía, le han dado algo parecido al amor. Mientras que yo nunca
estoy allí. Yo no sé nada del amor, excepto que hay que ganárselo. Y aunque
estoy completamente vacío, siento crecer en mí la fuerza. Esto no me derrotará.
Me ha liberado. Cualquier cosa que tenga que hacer, la haré. No queda nadie que
me diga que no puedo hacerlo.
( C.
McC. )
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