Y ya que hablamos nacimientos, es interesante conocer la forma tradicional romana que se llevaba:
Tras nacer la criatura, interrumpía el conocido primer lloro del bebé, que indicaba su energía. La comadrona, asistente, o esclava que participaba en el parto, lavaba a la criatura recién nacida y la llevaba ante el señor de la casa, el "pater familias", al que la ley romana le otorgaba un poder absoluto dentro de su hogar y su familia., para que lo mirara y lo aceptase o lo recharara según cómo le pareciera el aspecto del recién nacido. En ese primer momento que el padre romano tenía a su hijo entre sus manos era clave en el destino del recién nacido, pues su progenitor tenía por ley el derecho de aceptarlo, o repudiarlo si consideraba que había presagios funestos, que había nacido en un día inadecuado, o que tenía algún defecto. Si lo rechazaba lo más probable es que se tirara a la basura, al río Tiber, o dado en adopción a otra familia romana que lo solicitara entre sus clientes. Si el padre lo aceptaba, hacia que le devolvieran a la madre para que le diera de pecho, y en este caso, el pater familias, para celebrar el acontecimiento, normalmente por la noche solía hacer una celebración con alguna buena comida acompañada de buen vino en honor a alguno de los dioses romanos, en la que se invitaba a familiares, amigos y clientes,y les anunciaba el nombre que escogía para su nuevo hijo o hija. El rito incluía que se contrataran a tres personas, o que tres esclavos hicieran lo siguente: uno debía de llevar un hacha afilada, otro una enorme maza, y el tercero una escoba. Se acercaban hasta detenerse junto a la puerta principal de la domus (casa romana), y en el silencio de las primeras horas de la madrugada, dar unos ruidosos golpes que se oyeran por la casa y entre el vecindario. Ese rito consistía en sacudir la puerta con sus herramientas para así cortar, golpear y barrer cualquier mal que pudiera afectar al recién nacido, tal y como correspondía a los dioses Intercidona, Pilumnus, y Deuerra (los tres dioses menores romanos, que protegían a los recién nacidos y a sus madres). Y así se iniciaba la feliz interrupción en escena de un nuevo miembro en la familia romana, que quizás incluso podría llegar a ser el futuro "pater familias" de aquel hogar en el que le había tocado nacer. El más ilustre de los romanos, Cayo Julio César, de la gens César-Cotta, hijo de Aurelia y de Julio, a pesar de sus orígenes claramente patricio-aristocrático, nacería en una ínsula del barrio más pobre de Roma: el Subura.Y así se supone que fue su nacimiento, como el de tantos romanos de la época, muy apegados a las tradiciones y a los valores de la familia y el respeto a sus ancestros.
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