Mis
escribas han preparado trescientas copias del proyecto de ley; el tiempo ha
impedido que se hicieran más .No obstante, hay suficientes para que cada dos
senadores compartan una copia, y hay otras cincuenta copias a disposición del
pueblo. Instalaré una barraca a la puerta de la basílica Emilia con un
secretario legal y un ayudante a fin de que estén de servicio para que aquellos
miembros del pueblo que deseen leer el proyecto con detenimiento o quieran exponer
sus dudas puedan hacerlo. Junto con cada copia va un resumen de referencias
útiles a las cláusulas o capítulos pertinentes, por si algunos de los lectores
o de los que tengan preguntas que hacer tienen más interés por algunas
disposiciones que por otras.
Sinceramente,
espero que todos lo lean . Quiero críticas, quiero sugerencias útiles, quiero
saber qué está mal en el proyecto. Puede
que la brevedad sea el meollo del ingenio, pero la brevedad en las leyes que
requieren longitud significa que son leyes malas. Toda contingencia debe ser
examinada, explorada y explicada. La legislación irrecusable es la legislación
larga. Veréis pocos proyectos de ley bonitos y breves que procedan de mí,
padres conscriptos. Pero cada uno de los proyectos de ley que pienso presentaros
habrá sido redactado personalmente según una fórmula diseñada para cubrir todas
las posibilidades previsibles.
Italia es Roma, no cometamos ningún error a ese respecto.
Las tierras públicas de las ciudades, de los pueblos, de los municipios y de
las comarcas de Italia pertenecen a Roma, y gracias a las guerras y a las
migraciones hay muchos distritos de arriba abajo de esta península que se han
despoblado tanto y están tan infrautilizados como cualquier parte de la moderna
Grecia. Mientras que Roma se ha convertido ahora en una ciudad superpoblada.
El
subsidio del grano es una carga mayor de la que el Tesoro debería afrontar, y
al decir esto no estoy criticando la ley de Marco Porcio Catón. En mi opinión,
la suya fue una medida excelente. Sin ella habríamos visto disturbios
y malestar general. Pero el hecho es que en lugar de subvencionar el subsidio del
grano que crece de día en día, deberíamos estar aliviando la superpoblación
dentro de la ciudad de Roma, ofreciendo para ello a los pobres de Roma algo más
que la oportunidad de alistarse en el ejército.
Tenemos
además unos cincuenta mil soldados veteranos que vagan arriba y abajo por todo el
país, ¡incluida esta ciudad!, sin los medios para establecerse, al llegar a la mediana
edad, y convertirse en pacíficos y productivos ciudadanos capaces de procrear
legítimamente y proporcionarle a Roma los soldados del futuro, en lugar de
engendrar mocosos sin padres que van por ahí colgados de, las faldas de mujeres
indigentes.
Si nuestras conquistas nos han enseñado algo, es, desde luego, que
somos los romanos quienes mejor luchamos, quienes damos las victorias a
nuestros generales; quienes sabemos mirar con ecuanimidad la perspectiva de un
asedio de diez años de duración, quienes sabemos levantarnos después de sufrir
pérdidas y sabemos empezar a luchar otra vez desde el principio.
Lo
que yo propongo es una ley que distribuya hasta el último iugerum de
tierra pública de esta península, salvo las doscientas millas cuadradas del Ager
Campanus y las cincuenta millas cuadradas de tierra pública adyacentes a la
ciudad de Capua, que son el principal campo de entrenamiento de nuestras
legiones. Ello incluye, pues, las tierras públicas adyacentes a lugares como
Volaterra y Aretio. Cuando yo vaya a poner mojones a lo largo de las rutas del
ganado trashumante de Italia, quiero saber que éstas son el único terreno
público que quede en la península, aparte de Campania.
¿Y por qué no incluir
también las tierras de Campania? Sencillamente porque llevan mucho tiempo en
arrendamiento, y resultaría repugnante para aquellos que las tienen arrendadas
tener que pasar ahora sin ellas. Eso, naturalmente, incluye al maltratado
caballero Publio Servilio, el cual espero que ya haya vuelto a plantar sus
viñas y les haya aplicado tanto estiércol como esas delicadas plantas sean
capaces de tolerar.
Sin
desposeer a ninguna persona que en el presente ocupe nuestro ager publicus bajo
las condiciones que establecía una lex agraria anterior, he calculado
que las tierras públicas disponibles proporcionarán parcelas de diez iugera cada
una para quizás treinta mil ciudadanos que cumplan los requisitos que les dan
derecho a ello. Lo cual nos deja con la tarea de encontrar tierras suficientes que
en la actualidad sean de propiedad privada para otros cincuenta mil
beneficiarios.
Estoy contando con que puedan establecerse cincuenta mil
soldados veteranos más treinta mil pobres urbanos de Roma. Sin incluir a
cuantos veteranos puedan encontrarse dentro de la ciudad de Roma, treinta mil habitantes
urbanos pobres trasladados a productivas parcelas en áreas rurales supondrán un
alivio para el Tesoro de setecientos veinte talentos al año en dinero de
subsidios para el grano. Si añadimos veintitantos mil veteranos que están en la
ciudad, el ahorro se aproxima a la carga adicional que la ley de Marco Porcio
Catón echó sobre los fondos públicos.
Pero
incluso contando con la adquisición de tantas tierras como son ahora propiedad privada,
el Tesoro puede proporcionar la ayuda financiera necesaria a causa de los
ingresos, enormemente aumentados, que recibe ahora procedentes de las
provincias orientales... aunque, por ejemplo, los contratos de recaudación de
impuestos fueran reducidos, digamos, en una tercera parte. Yo no espero que los
veinte mil talentos de beneficio neto que Cneo Pompeyo Magnus añadió al Tesoro
alcancen para comprar tierras a causa de la relajación de las tarifas y
aranceles impuesta por Quinto Metelo Nepote, un gesto munificente que ha
privado a Roma de unos ingresos que necesita desesperadamente.
Cuando
examinéis mi lex agraria, encontraréis que no es arrogante. No puede
ejercerse presión de ningún tipo sobre los actuales propietarios de las tierras
para que se las vendan al Estado, ni hay implícita una reducción de los precios
de la tierra. Las tierras que compre el Senado deben pagarse según el valor que
establezcan nuestros estimados censores Cayo Escribonio Curión y Cayo Casio
Longino. Las escrituras de propiedad existentes deberán aceptarse como
completamente legales, sin ningún recurso ante la ley que las desafíe. En otras
palabras, si un hombre ha cambiado sus lindes y nadie se ha querellado por
dicha acción, entonces esas piedras de linde son las que definen la extensión
de su propiedad puesta en venta.
Ninguno
de los que reciban una concesión de terreno podrá venderla o abandonarla en un período
de veinte años.
Y por
último, padres conscriptos, la ley propone que la adquisición y asignación de
los terrenos resida en una comisión de veinte caballeros seniors y
senadores. Si esta Cámara me concede un consultum para llevarlo al
pueblo, entonces esta Cámara tendrá el privilegio de elegir a esos veinte
caballeros y senadores. Si no me concede un consultum, entonces ese
privilegio será para el pueblo. También habrá un comité de cinco consulares
encargados de supervisar el trabajo de los comisionados. Yo, no obstante, no
tomo parte en nada de ello. Ni en la comisión ni en el comité. No debe existir
ninguna sospecha de que Cayo Julio César se propone enriquecerse o convertirse
en el patrono de aquellos a quienes la lex Julia agraria conceda
parcelas.
Basta por hoy, honorables miembros de esta Cámara. Os doy doce días
para leer el proyecto de ley y prepararos para el debate, lo cual significa que
la próxima sesión para tratar de la lex Iulia agraria tendrá lugar
dieciséis días antes de las calendas de febrero. La Cámara, no obstante, se
reunirá de nuevo dentro de cinco días, que es el día séptimo antes de los idus
de enero . Como no me gustaría pensar que ninguno de vosotros va
sobrecargado de trabajo, he dado instrucciones para que doscientas cincuenta
copias de la ley se entreguen en las casas de los doscientos cincuenta miembros
de este cuerpo de mayor categoría. ¡Y, por favor, no os olvidéis de los
senadores de categoría inferior! Aquellos de vosotros que leáis con rapidez,
pasad la copia a otro en cuanto hayáis terminado. De lo contrario, ¿puedo
sugerir que los hombres de categoría inferior acudan a sus superiores para pedirles
que les dejen compartir la copia?
( C.
McC. )
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