Tenemos
hijos para que hereden la fama y el realce que nosotros traigamos a la familia,
y el precio que han de pagar es estar ahí para servir a nuestras necesidades y
a las necesidades de nuestras familias. Nuestros hijos nunca conocen las
necesidades, nunca tienen dificultades, nunca les falta cultura y matemáticas.
Pero es un padre tonto el que no educa a sus hijos de manera que comprendan el
precio que han de pagar por su elevada cuna, su bienestar, su riqueza y su
educación.
El
proletariado puede amar y malcriar a sus hijos con entera libertad. Pero
nuestros hijos son los sirvientes de la familia, y a su vez ellos esperarán de
sus hijos lo que nosotros esperamos de ellos. La familia es perpetua. Nosotros
y nuestros hijos no somos más que una pequeña parte de ella. Los romanos crean
a sus propios dioses, Servilia. Y todos los dioses verdaderamente romanos son dioses
de la familia. El hogar, alacenas, los miembros de la casa, los antepasados,
los padres y los hijos. Mi hija comprende su función como parte de la familia
de un Julio. Exactamente como lo comprendí yo.
( C.
McC. )
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