A
modo de introducción de este artículo, empezaré por sumergiros en citar los
breves relatos de
destacados personajes de la época, como Suetonio, Artemidoro y Plinio, quienes
nos brindan interesantes perspectivas sobre el tema. Luego expondré el negocio de la prostitución romana, desvelando
detalles fascinantes y algunas anécdotas picantes. Así que déjate de prejuicios, censuras, y
absurdos tabúes y vayamos al grano:
Comenzamos
citando a Suetonio,
quien en su obra "Vida de Calígula" nos revela que las prostitutas
romanas estaban sujetas
a impuestos a favor del Estado Romano, Así es que hasta en el antiguo imperio pagaban impuestos por
ejercer la prostitución, cosa que no es lo habitual de recaudar en nuestros
días. Según la ley romana vigente de cuando Calígula
era emperador, se
recaudaba un equivalente al precio de un encuentro, y aquellos que habían
ejercido la prostitución o el proxenetismo en el pasado también debían pagar
impuestos, sin excepciones, ni siquiera para las personas casadas.
Artemidoro,
nos da una visión
interesante y poco convencional. Según él, "tener relaciones sexuales con
una mujer que trabaja como puta en un burdel supone solamente una deshonra de
poca gravedad y muy poco gasto". Sin duda, una perspectiva que contrasta
con los prejuicios morales, sociales, clasistas, y económicos de la época. Y es que en aquella época, según recientes estudios científicos, todavía
no estaban extendidas las enfermedades venéreas ( sífilis, gonorrea, clamidias,
herpes genital, SIDA, etc…), y por tanto no existía el temor a contagios y en
muchos casos incluso se consideraba la prostitución y con ello los juegos
sexuales como algo divertido. No obstante, existía un tipo de brebaje, echo con
unas hierbas llamadas silfio que generalmente se cultivaban en las costas de la
Cirenaica libia ( en África, tocando a Egipto), que era como un anticonceptivo
que impedía a las mujeres quedarse embarazadas, e incluso servia para provocar
un aborto. Si el embarazo ya estaba algo avanzado, ese aborto solia causar unos
dolores horribles, con muchos desangrados, por lo que la prostituta necesitaba
algunos meses sin ejercer, si no es que le pillaba la muerte. Por eso en caso
de duda, era preferible tomarse el milagroso brebaje antes de tiempo. Ese silfio ( conocido también por laserpicio),
fue una planta que por sus numerosas y benefactoras propiedades llegó a valer
tanto como el oro, que al estar esa planta muy demandada por sus muy buenas
propiedades, dio lugar a una sobreexplotación que llevó a la lamentable
desaparición total de dicha planta, pues no dejaron ni semillas. Una planta
milagrosa que lo curaba prácticamente todo y además servía como condimento
culinario, y hasta para hacer agradables pérfumenes, desapareció completamente
por la desmesurada obra y codicia de los seres humanos. Para entonces se supone
que la prostitución dejó de ser algo más alegre, para pasar por otra etapa más
tenebrosa, en que la vida se convirtió en algo más duro y desesperado. Las personas esclavas estaban especialmente indefensas y eran
explotadas, fuesen niños, hombres o mujeres. No obstante entre las clases
altas, la prostitución
era vista como una profesión legítima y muchas veces las prostitutas eran
consideradas como una especie de musas, muy hermosas y con muy alto nivel
educativo. Se las solía dar un trato respetuoso debido a que estaban ejerciendo
un oficio honorable, y algunas se acostaban con senadores, con las que incluso
hablaban de política en privado o de gestas militares.
Pero no todo eran tabúes y juicios de valor. Plinio, en su obra "Historia natural", nos sorprende al afirmar que el acto sexual también tenía propiedades curativas. Según él, era un remedio para dolores lumbares, problemas de visión, perturbaciones mentales e incluso la melancolía. ¡Quién iba a pensar que el placer podía tener efectos terapéuticos en la antigua Roma!.
Siendo estas creencias muy
arraigadas en la sociedad de la Antigua Roma, esta era otra de las razones por
la que los servicios sexuales eran muy demandados y normalizados, y con ello se
podían encontrar en prácticamente
cualquier lugar.
Por
todo el Imperio Romano,
tanto hombres como mujeres de diversos estatus sociales ejercían esta profesión
sin mayores tabúes, con la única excepción del sexo oral y el sometimiento
pasivo, que era para lo
que sí existían ciertos prejuicios, pues tanto cunnilingus como fellatio, eran
dos prácticas que algunos las consideraban indignas, aunque en privado no
tuvieran reparos en ejercerlo o practicarlo. La
prostitución era una forma de vida y profesión ampliamente aceptada por la
sociedad romana.
Aunque
no se ha encontrado evidencia de que el Estado tutelara algún prostíbulo, entre los estamentos sociales más
bajos el negocio de la
prostitución era dirigido por los lenos y las lenas, quienes cobraban una
comisión a cada prostituta por sus servicios. Estos intermediarios se quedaban,
como mínimo, con un tercio de las ganancias. Por su parte, las prostitutas
tenían que pagar de sus ingresos por habitaciones, ropa y comida. En el caso de
las esclavas, todo lo que ganaban era para el leno y vivían en el prostíbulo. Los estamentos sociales más altos,
iban más por libre ( es decir, sin intermediarios), cuando se dedicaban a la
prostitución.
No
podemos evitar mencionar una intrigante historia de la época que involucra a
Mesalina la intrigante esposa del emperador
Claudio. Según las malas lenguas de la época, se decía que Mesalina alquilaba
un burdel bajo el seudónimo de Lycisca y ejercía la prostitución, a escondidas del emperador Claudio
cuando se encontraba de campaña militar en Britania. Incluso se cuenta que una vez
desafió a la prostituta más famosa de la época para ver quién podía tener
relaciones con más hombres en un tiempo determinado ¡y resultó victoriosa!. Esto lo testimonian personajes como
Plinio el Viejo, Juvenal, o Tácito.
Ahora,
hablemos de los aspectos legales y administrativos de la prostitución en la antigua Roma: Además de pagar impuestos, las prostitutas debían estar inscritas en los registros municipales para
poder ejercer su actividad. Se estima que en el primer siglo de nuestra era había alrededor de 32,000
prostitutas inscritas en
Roma, y su día festivo
se celebraba el 23 de
diciembre. En las excavaciones arqueológicas de Pompeya, se han encontrado vestigios con anotaciones que revelan los precios de los
servicios sexuales.
Los
precios variaban según la demanda y la calidad del servicio. Desde los 2 ases
para los servicios más económicos, hasta los 16 ases para las prostitutas más famosas, como una tal Attica. Incluso se han hallado
grafitos en los que se menciona a algunas prostitutas cobrando un denario por
sus servicios.
El
mundo de la prostitución en la antigua Roma era diverso y lleno de
especialidades. A medida que las diferentes habilidades y preferencias se
mezclaban, surgían nuevos tipos de prostitutas. Por ejemplo, teníamos a las
ambulatarae, que trabajaban en las calles cercanas al circo, o las fellatrix,
especializadas en las felaciones. También existían las delicatae, prostitutas
de lujo que solo atendían a hombres adinerados, y las schanicullae, quienes se
dedicaban a servir a esclavos y soldados.
Sin
embargo, ser una prostituta en la antigua Roma tenía sus limitaciones. Estas
mujeres no podían casarse con ciudadanos romanos nacidos libres, ni redactar testamentos o recibir herencias. Además, los
hijos nacidos de estas relaciones se consideraban "infames" y
carecían de derechos civiles, lo que llevaba a la gran mayoría a seguir los
pasos de sus madres y terminar ejerciendo la prostitución o destinados a ser esclavos.
En
resumen, la prostitución en la antigua Roma era un negocio legalizado y
ampliamente practicado. Las prostitutas desempeñaban un papel importante en la
sociedad romana, satisfaciendo los deseos y necesidades de una variedad de
clientes. Aunque rodeadas de estigmas y limitaciones legales, estas mujeres
dejaron una huella en la historia romana y nos permiten adentrarnos en los
placeres y tabúes de una época fascinante.
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