Entonces estaba en la flor de su juventud. Su apariencia era impresionante, con un cuerpo bien desarrollado y un rostro con rasgos apuestos, aunque sin ser hermoso. Sus ojos penetrantes brillaban como el sol y su pelo, de natural rubio y rizado, resplandecía a la luz del sol como si fuera fuego. Algunos pensaban que se espolvoreaba el cabello con polvo de oro antes de aparecer en público, mientras que otros veían en ello ( en este brillo) algo divino, diciendo que una luz celestial rodeaba a su cabeza. Para incrementar su belleza, el primer vello comenzaba a brotarle en las mejillas.
( Herodiano en “Historia del Imperio Romano desde Marco Aurelio hasta Gordiano III” )
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