Juliano el Apóstata fue el emperador que intentó restaurar la
religión pagana y limitar la influencia del cristianismo en el Imperio Romano.
Juliano pensaba que el cristianismo había dado al mundo una gran
cantidad de hipócritas y fanáticos. Esta afirmación se basa en la observación
de que algunos cristianos habían actuado de manera hipócrita al decir una cosa
y hacer otra, y además estando muy divididos y reafirmados en sus fanáticas
creencias que no admitían crítica ni discusión. Mientras la tradicional
religión romana se mostraba tolerante y respetuosa con el resto de religiones
del Imperio, el cristianismo lo consideraba como un fanatismo que consideraba
como la única verdadera su propia fe, pese a haber varias divisiones dentro de
la secta de los seguidores de Cristo.
Consideraba al cristianismo como una religión de esclavos,
marginados, y mendigos, que les proporcionaba consuelo espiritual a esos
excluidos en el más bajo eslabón social, con una idealización de una salvación
divina, en un mundo muy hostil al que no podían aspirar a mucho. Con esta
chusma, era fácil que esta secta que fuera difundida por la ignorancia y la
credulidad de sus miembros, que necesitaban creer en ese mensaje y predica de
amor y perdón, en aquel mundo tan violento, brutal, y riguroso, donde unos
tenían derechos y otros aparte de no tenerlos, incluso podrían ser propiedad de
otros. Por eso el emperador entendía que tuviera tantos adeptos entre los
esclavos que se creían ese mensaje de amor y paz que les enseñaban los
sucesores de los apóstoles de un tal Jesús, al que llamó "el galileo".
Estando en tan bajo escalón social, como no podían envidiar ni aspirar en
mejorar la posición social, necesitaban creer en algo que les reconociera y les
diera alguna importancia frente a tanta hostilidad.
Juliano el Apóstata creía que el cristianismo llevaría al genero
humano humanidad por la senda de la superstición y la ignorancia, porque con
esta religión tan inflexible e intolerante que se tenían como la verdadera, ya no se podría enseñar ni aprender la
filosofía, la ciencia y las artes, entre otros saberes de los más destacados,
porque no gustaba a los obispos y demás dirigentes religiosos que veían
amenazada su nueva posición social en la estructurada sociedad romana.
Juliano consideraba que cristianismo es una religión que promueve
la debilidad y la sumisión de las masas, cuando era necesaria una ciudadanía
romana fuerte y disciplinada, que salvaguardara el legado y la civilización de
sus antepasados romanos, y eso le hacia sentir la buena y entrenada preparación
militar de la que disponía en su persona y que lo había llevado a ser emperador
desafiando incluso a su primo el cristiano emperador Constancio II, que murió
de unas fiebres antes de enfrentarse a él. Y con ello consideraba que el
cristianismo sería un obstáculo y un peligro para el progreso y la sabiduría, y
así lo veía porque él antes de ser emperador había sido una persona muy estudiosa
que se preparaba para la posible alta magistratura imperial a la que le
llevaría el destino. Juliano creía que el cristianismo impediría el progreso
científico y filosófico al limitar la libertad de pensamiento y el
cuestionamiento crítico, algo tan tradicionalmente romano que había dado tantos
sabios romanos, y que había hecho que una simple pequeña aldea del Tíber
llegara a dominar y señorearse de buena parte del mundo conocido.
Y entendía que una religión basada en el miedo y la ignorancia,
causaría división y conflicto, debilitando las bases del Imperio, y arriesgando
a que fuera invadido por pueblos bárbaros ansiosos de apoderarse de las
riquezas y las comodidades proporcionadas por la civilización romana
tradicional, terminando con la paz romana y con ello llevando a un mundo de injusticias
y abusos en los que el derecho ya no podría amparar a los ciudadanos.
Por eso el emperador Juliano consideraba que el cristianismo era
una enfermedad que debe ser erradicada para que la humanidad pueda avanzar,
porque es un obstáculo para el progreso humano.
Tales tipos de actitud y propósitos del emperador Juliano, hizo a
los obispos cristianos de la época considerar que los mensajes de Juliano eran
como una amenaza a su fe y su posición en la nueva sociedad romana donde la
secta se había expandido y crecido considerablemente, empezando a disponer de
ciertos privilegios políticos, sociales y religiosos.
Naturalmente los obispos cristianos se sintieron atacados por las
afirmaciones de Juliano sobre la religión cristiana al asegurar que, es una religión
de esclavos y mendigos, que se basa en la ignorancia y el miedo, o que había
corrompido el verdadero mensaje de amor y paz que había enseñado el judío Jesús
de Nazaret, al que llamaba el galileo. Estas afirmaciones habrían sido vistas
como una falta de respeto y una falta de comprensión de lo que el cristianismo
realmente significaba para sus seguidores de entonces. Aparte porque con el
objeto de pagar a sus legiones, el emperador Juliano trataba de ir confiscando
bienes de la Iglesia de los obispos que más le contrariaban, descalificaban, y
cuestionaban, con el objetivo, aparte, de debilitar el creciente poder de la
iglesia cristiana. Por eso se sospecha que en la última batalla donde combatió
el emperador contra el Imperio Parto, la lanza que le atravesó causándole la
muerte procedía de un fanático legionario cristiano de sus propias filas ( hay
muchos historiadores que piensan que fue así).
¿Por
qué le repelía el cristianismo, y deseaba volver al antiguo paganismo romano?.
Se supone que el emperador Juliano, cuando era adolescente,
había sobrevivido a la matanza del año 338, provocada por la revuelta ocurrida
a la muerte de su tío Constantino el Grande. El recuerdo de los muchos magnates y obispos implicados en
aquella violenta represión debió marcar su vida. Así como sería uno de los
motivos que le condujo a reaccionar contra el cristianismo, volviendo sus ojos
hacia la cultura de los
antiguos clásicos.
No
hay que olvidar que su
mandato se inició cuando
su primo Constancio II lo llamó en auxilio suyo a Oriente (360) y estuvo
presidido por una tolerancia «ingeniosa y pérfida», que lo llevó a idear una
iglesia pagana paralela a la cristiana y que se distinguiría por la exaltación
de los valores de la Antigüedad. Una iglesia cuya religión debería ser de mayor
altura que la cristiana. Porque para Juliano la religión cristiana era propia
de pescadores incultos.
Esta
proyectada vuelta al
paganismo estuvo influida
además por una serie de familias patricias que reclamaban los esplendores de la
Roma clásica y sus antiguos privilegios senatoriales. Reacción que tuvo una
especial virulencia a finales del siglo IV.
Junto a estos motivos de tipo personal y sociológico habría que añadir la influencia en Juliano del neoplatonismo procedente de Grecia, cuya élite intelectual se resistió tradicionalmente al cristianismo. La suma de todas estas circunstancias fue la causante formal de su apostasía, pese a ser el único varón que quedó de la dinastía de Constantino el Grande, el gran protector y promotor del cristianismo al que venía como el mejor instrumento político y religioso para mantener unido y cohesionado lo que quedaba del extenso Imperio Romano.
Al final su proyecto político
en favor del paganismo
no llegó a ocasionar más estragos gracias a que su
reinado fue efímero. El mismo escribió una obra de polémica religiosa
denominada: “Contra los galileos”.
Su
muerte se produjo accidentalmente, según parece por el lanzamiento de una jabalina que recibió en una escaramuza contra enemigo, cuando su ambiciosa campaña
contra los persas, iniciada desde Antioquía el año 363, y de la que ya he dicho, el posible
asesino del emperador Juliano el Apóstata, fue un fanático legionario cristiano
de sus propias filas, tal como han indicado algunos historiadores..
Es importante tener en cuenta que, en el momento en que Juliano el Apóstata estaba en el poder, el cristianismo ya había adquirido una gran influencia en el Imperio Romano y se había convertido en la religión dominante. Ya desde la época de Nerón se iniciaron las primeras persecuciones contra cristianos, y fue en la época que crucificaron al apóstol Pedro. También cabe destacar a emperadores como Domiciano, Diocleciano, Galerio, o Decio, que son muy conocidos porque trataron con mucha crueldad a los cristianos, tratando de volver a la tradicional religión romana, aunque finalmente sin éxito.
Y luego
en la época del reinado de Constantino el Grande, el emperador la promovió como
religión oficial del imperio, más que nada, porque la veía como una aportación
para la estabilidad social y política de la época, aunque su sobrino, el culto
emperador filósofo Juliano el Apostata no opinara igual como su tío sobre la
mejor manera de mantener más unido y coherente todo el Imperio Romano.
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